El Fastidio nace también de la Pereza y es hijo de la Ociosidad. El Fastidio jamás entra en el corazón que ama sufriendo y sufre amando. Si alguna vez llega a asomarse en la vida de sacrificio es solamente como tentación pasajera que el alma vence con las fuerzas de la gracia. Mas el Fastidio que inunda a miles de almas y las hace su presa procede siempre de la Ociosidad e inacción culpable de las almas flojas e inmortificadas.
La libertad causa el Fastidio; el alma sujeta a la Obediencia está libre de semejante mal, el cual inclina a miles de pecados que sólo Yo veo, conozco y puedo medir. La Sujeción es el remedio del Fastidio, pero la Sujeción con el Orden. En el corazón ordenado, cuya vida es el orden mismo, jamás asoma la cabeza el Fastidio.
En las Religiones no puede reinar el Fastidio, sino la alegría. Digo en las Religiones observantes, en que la Obediencia, la Sujeción y la Humildad imperan. En las Religiones en donde la vida está ordenada, jamás puede entrar este vicio o defecto, que tan grandes males causa en el corazón.
Cuando el Fastidio aparece en los claustros, indica, sin dudar, que el relajamiento se ha introducido, que no se ora ni se obedece, y que el Orden anda por los suelos. Señal inequívoca de que las Religiones decaen y se desvirtúan y de que no son lo que debieran, es que en ellas se encuentra este mal tan temible del Fastidio.
Igualmente pasa en las almas que cruzan por la vida del espíritu, aunque no sean Religiosas. La brújula que debe hacerles conocer que andan mal es el Fastidio. Señal segura de que no van como debieran, cuando este enemigo asoma a sus puertas. Sin duda que falta la Obediencia, Sujeción, Penitencia y Mortificación.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com