El Fastidio nace también de la Pereza y es hijo de la Ociosidad. El Fastidio jamás entra en el corazón que ama sufriendo y sufre amando. Si alguna vez llega a asomarse en la vida de sacrificio es solamente como tentación pasajera que el alma vence con las fuerzas de la gracia. Mas el Fastidio que inunda a miles de almas y las hace su presa procede siempre de la Ociosidad e inacción culpable de las almas flojas e inmortificadas.
La libertad causa el Fastidio; el alma sujeta a la Obediencia está libre de semejante mal, el cual inclina a miles de pecados que sólo Yo veo, conozco y puedo medir. La Sujeción es el remedio del Fastidio, pero la Sujeción con el Orden. En el corazón ordenado, cuya vida es el orden mismo, jamás asoma la cabeza el Fastidio.