Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

25.8.18

El combate espiritual. Tratado segundo: no debe acobardarse ni perder el ánimo el siervo de Dios


- Que no debe acobardarse ni perder el ánimo el siervo de Dios, aunque sienta en sí repugnancia, perturbación y dificultad para esta paz interior. -

Advierte, hijo mío, que muchas veces te hallarás inquieto y privado de esta santa y dulce soledad y libertad interior; porque de los internos movimientos de tu corazón se levantará tal vez un polvo, que le causará gran fastidio en este camino. Esto permite Dios para mayor bien tuyo.

Acuérdate que esta es la guerra de donde los Santos sacaron las coronas de sus merecimientos.




En todas las cosas que te perturbaren dirás: "Dios y Señor mío, ve aquí tu siervo: hágase en mí tu voluntad. Yo sé muy bien que la verdad de tu palabra será siempre firme y constante, y que tus promesas son infalibles (Matth. XXIV, 35.– II Petr. III), y así me confío en ellas. Mira aquí tu criatura, haz de mí lo que fuere tu voluntad y gusto. Dios mío, que no tenga cosa alguna que me impida cumplir tus deseos. Yo vivo por ti solo".

Dichosa el alma que así se ofrece a su Señor cuando se halla inquieta y turbada. Si por ventura durare esta batalla, y no pudieres tan presto como quisieras conformar tu voluntad con la divina, no por esto pierdas el ánimo o te acobardes, mas continúa siempre constante en el orar y en ofrecerte a ti mismo, porque de esta suerte alcanzarás sin duda la victoria.

Mira en el huerto la dura batalla que tuvo tu Redentor, y como su santísima humanidad rehusaba el cáliz diciendo: "Pater, si possibile est, transeat a me calix iste" (Matth. XXVI, 39: "Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz"). Pero luego volvía a poner su alma en soledad, y con una voluntad libre y desasida decía con profundísima humildad: "Veruntamen non mea voluntas, sed tua fíat" (Luc. XXII, 42: "Pero no se haga mi voluntad, sino la vuestra". "Inspice, et fac secundum exemplar" (Exod. XXV, 40: "Aprende fielmente de este divino ejemplo").

No te muevas ni des algún paso cuando te hallares en alguna dificultad, sin que primero levantes los ojos a Jesucristo en la cruz; porque allí hallarás escrito con grandes caracteres el modo de gobernarte. No desmayes si alguna vez fueres turbado de tu amor propio, ni te retires, ni huyas de la cruz, mas vuelve a la oración y persevera en ella con humildad hasta tanto que pierdas tu voluntad propia, y quieras que en ti se haga la divina. Si te retirares de la oración aun con solo este fruto, puedes estar contento, pero si no hubieres llegado hasta este punto, tu alma quedará ayuna y sin su alimento. Procura que nada habite en tu alma ni aun por brevísimo tiempo, sino Dios. No tengas hiel o amarguras de alguna cosa, ni pongas los ojos en los vicios y malos ejemplos de los otros, mas camina y procede siempre como un niño que no está sujeto a alguna de estas amarguras, y el cual pasa por todas partes sin daño ni ofensa propio.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com