Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

1.8.18

El combate espiritual: la ceguedad del hombre


- Qué hará Dios en la otra vida, no sólo con quien le ha servido bien, sino con el pecador convertido. -

Son tantos y tales los bienes y felicidades que Dios nos tiene preparados en su reino celestial, que no se pueden imaginar ni comprender clara y perfectamente, por más que un alma los medite.

Porque, ¿quién llegará a comprender bien qué cosa sea sentarse un hombre a la mesa de Dios, y que el mismo Dios, lo sirva y lo sustente de su bienaventuranza? ¿Quién llegará a imaginar debidamente qué cosa sea entrar un alma bienaventurada en el gozo de su Señor? ¿Y quién concebirá el amor y la estimación que muestra Dios a sus ciudadanos y escogidos? Hablando de esto santo Tomás dice: "Nuestro omnipotente Dios en tanto grado se sujeta a los Ángeles y a las almas santas, como si fuese siervo comprado de cada uno de ellos, y como si cada uno fuese su propio Dios" (Opuse. LXIII, cap. II, § 3).




¡Oh Señor! ¡Oh Señor! Quien considera profundamente vuestras obras para con las criaturas, os halla tan embriagado de su amor, que parece consista vuestra bienaventuranza en amarlas, favorecerlas y sustentarlas de Vos mismo.

Haced que nos sea tan familiar y frecuente esta consideración, que os correspondamos y amemos, y amándonos, nos transformemos en Vos mismo por unión amorosa.

Oh corazón humano, ¿a dónde corres? ¿A dónde vuelas? ¿A la sombra? ¿Al viento? ¿A la nada, dejando al que es todas las cosas, dejando la Omnipotencia, la suma Sabiduría, la inefable Bondad, la Belleza increada, el sumo Bien, el Piélago infinito de toda perfección? Dios te llama, no sólo con los antiguos beneficios, sino con muchos nuevos que cada día te hace.

¿Sabes de dónde nace todo tu mal? De que no oras, ni meditas; y así, estando sin luz y sin calor, no es maravilla que no te muevas, si no es en obras de tinieblas.

Vuelve en ti, ¡oh hombre, oh religioso tibio!, entra en la escuela de la meditación y oración, que en ella conocerás que el verdadero estudio del cristiano y del religioso es negar su propia voluntad, para hacer la de Dios; aborrecerse a sí mismo, para amar a Dios.

Advierte que todos los estudios sin éste, aunque sean de todas las ciencias, están llenos de presunción y de soberbia; y que cuanto más alumbran el entendimiento, más ciegan la voluntad, con daño y ruina, del alma.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com