Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

1.8.18

De las virtudes y de los vicios: Burla


La Burla nace de la Soberbia y de la Vileza. Se anida en corazones bajos e innobles y es un pecado o vicio contra la Caridad. El burlarse del prójimo es de almas viles. Un cristiano jamás debe hacerlo, ni aun consentirlo en su presencia.

La Burla y la Murmuración son compañeras inseparables y caminan siempre unidas, tanto que a primera vista se confunden.
La Hipocresía ayuda a las almas burlescas, las cuales con su capa cubren taimadamente el veneno que encierran en su fondo. Son víboras emponzoñadas que clavan traidoramente su lanceta en la fama de sus hermanos. La burla es más infame que la Murmuración y arrastra en pos de sí más prosélitos.




Existen corrillos en los que todos los días se desenfrena este maldito vicio. Esta serpiente infernal, vive en los salones y en los Templos, en las Religiones como en el inundo; y si no se exterioriza, sí existe en el fondo secreto de los corazones. ¡Cuántos comentarios burlescos se hacen internamente en el fondo de las almas! Este vicio se despliega contra las personas, las palabras, los hechos, los defectos y hasta las virtudes del prójimo. La Santidad es ordinariamente el blanco de las burlas del mundo y de los mundanos. A ella van dirigidos sus más envenenados tiros, y Satanás se goza en aguzar sus finas saetas contra todas las virtudes.

Yo odio y aborrezco a la Burla por ser ella en grado superlativo el refinamiento de la Murmuración. La Burla lleva en sí además de la Murmuración el tinte inicuo de la Vileza.

La Burla es la mofa sarcástica en la cual el espíritu, dominado por Satanás, se goza contra su hermano. El que se burla mancha su lengua y su corazón en la sangre del burlado. Mas, ¡ay del que en sus burlas toque al pobre y al desvalido! Yo le pediré algún día estrecha cuenta. De la misma manera se la pediré al que se burle de mi Religión y de mi Iglesia. El que tal hiciere tendrá un terribilísimo castigo, y más le valiera no haber nacido.

Yo soy inexorable sobre el punto de la Caridad. Mas como la Burla nunca puede ir sin la Murmuración, sea interna o externa, habiendo mucha Murmuración oculta en los corazones, detesto y rechazo a la Burla y me alejo de las almas que la llevan consigo.

El remedio contra tan nefando vicio que acarrea al alma tantas y tan graves consecuencias, es la Caridad, o sea el Amor de Dios del cual se deriva como consecuencia natural el amor del prójimo.

Mas para alcanzar el amor de Dios necesita el hombre transformarse y morir a sí mismo, para respirar y vivir de Jesucristo que soy Yo, su Modelo, su Maestro y su todo. La Oración es el medio por el cual se sube hacia Mí, se me conoce y se me ama. El que a mí me ama, amará a mi Padre junto con el Espíritu Santo, y los tres vendremos a su corazón y en él haremos nuestro asiento y habitación.

El que me ama guardará mis Mandamientos, los cuales todos se encierran en la Ley de la Caridad.

La Caridad vino del cielo y lleva las almas al cielo. Todo pecado que de algún modo altere la Caridad, me hiere hondamente y tendrá un terrible castigo. Yo bajé al mundo para encender el hermoso fuego de la Caridad. Mi doctrina es Caridad, todas mis enseñanzas están impregnadas de Caridad.

Mi vida, todos mis ejemplos, mi misma muerte, mi Resurrección y mi Ascensión, todos mis actos interiores y exteriores, la venida del Espíritu Santo, la comunicación admirable con las criaturas, mi permanencia en el Sacramento de Amor hasta el fin de los siglos, todo es Caridad y sublime Caridad.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com