Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

7.8.18

El combate espiritual: enfrentarse a la impureza


- Cómo se ha de vencer la pasión deshonesta. -

Todas las pasiones fuera de la deshonesta se vencen asaltándolas aunque nos cuesten heridas, y provocándolas a la batalla, hasta que enteramente las venzamos. Mas la pasión deshonesta no sólo no conviene excitarla, sino antes bien es necesario alejarla de todas aquellas cosas que la puedan excitar y mover.

Se vence la tentación de la carne, y se mortifica la pasión deshonesta, huyendo y no combatiéndola de frente.




Aquel, pues, que huye más prontamente y más lejos, tendrá más cierta y más segura la victoria.

Las buenas inclinaciones, la voluntad sincera, las pruebas pasadas, las victorias, el parentesco, los objetos indiferentes y los de fea apariencia que no amenazan algún peligro, y otras cualesquiera cosas que prometen seguridad, no son buenos argumentos para que tú no debas huir: huye, huye, oh alma, con presteza si no quieres quedar presa y despojada de la vestidura de la gracia.

No es dudable que algunos santos varones, tratando y conversando con personas peligrosas se han conservado puros y perfectos sin caer jamás ante el golpe blandísimo de este vicio; pero a nosotros no nos toca examinar la causa, sino venerar los profundos juicios de Dios, teniendo presente que donde no se descubren ni advierten las caídas, suelen hallarse mayores precipicios.

Huye, pues, oh alma, y obedece a los avisos y ejemplos que Dios te da en la sagrada Escritura y en las vidas de tantos grandes Santos, y cada día te los propone y renueva, ya en éste, ya en aquél.

Huye sin detenerte ni aun a ver o pensar en el objeto del que has huido, porque en esta detención, aunque sea breve, está todo el peligro.

Y cuando el hablar sea forzoso, la conversación sea corta y breve, y con palabras más bien rústicas que blandas y afectadas, porque en esas suele estar el cebo, la llama y el fuego impuro.

Ten en la memoria aquel sabio aviso: "antes de la enfermedad aplica la medicina", esto es, no esperes a estar enferma, antes huye en tiempo oportuno, que ésta es la medicina de la salud ("prevenir es mejor que curar", NdC).

Y si por desgracia vinieres a caer en alguna flaqueza, toda tu salud consiste en que luego que la sintieres: "que des contra una piedra a estos hijos babilónicos, tan malos y tan perversos" (Psalm. CXXXVI); esto es, que acudas sin tardanza a tu confesor, y no le escondas la falta más venial y ligera de esa pasión, pues ninguna hay en este vicio tan pequeña y tan leve que, como la centella, si no se apaga y por contra queda encubierta, no pueda crecer y estimular un gran incendio.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com