Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

4.8.18

El combate espiritual: cómo se debe oír misa


- Del sexto socorro de la voluntad humana. -

El sexto socorro de la voluntad del hombre es el de oír misa, la confesión y la comunión; porque siendo la gracia de Dios el principal y más necesario socorro de nuestra voluntad, para que ésta se guarde del mal y ejecute el bien, necesariamente se sigue que todo aquello que ayuda al aumento de esta gracia es el socorro de nuestra voluntad.

Pero para que oyendo misa adquieras nuevo aumento de gracia, la debes oir de la siguiente manera:

-En la primera parte (pues en tres se divide la misa), que comprende desde el Introito hasta el Ofertorio, procura encender en ti un deseo grande de que, como Jesucristo vino del cielo al mundo para encender en la tierra el fuego de su divino amor (Luc. XII, 49), así se digne venir y nacer en tu corazón con su virtud, "ut ardeat": que arda de tal modo, que no cuides de otra cosa más que de servirle y agradarle siempre mientras vivieres.




Después, cuando el sacerdote dice las oraciones, pide tú también con encendido deseo a Jesucristo, oh alma necesitada, las mismas gracias que aquél le pide.

Cuando empezare la Epístola y el Evangelio, pide con la mente a Dios que te dé entendimiento y virtud para entenderlo y observarlo todo.

- En la segunda parte, que comprende desde el Ofertorio hasta la comunión, abstrayéndote de toda afición o pensamiento de las criaturas y de ti misma, ofrécete toda a Dios y a la ejecución de su divina voluntad.

Cuando alzare el sacerdote la Hostia y el cáliz consagrados, adora el verdadero cuerpo y sangre de Cristo con su sacratísima divinidad.

Contemplándolo oculto debajo de aquellas apariencias de pan y vino, ríndele amorosas gracias, porque cada día se digna venir a nosotros con los preciosos frutos del árbol de su cruz, y con la misma oferta que hizo de sí mismo, estando en ella, a su eterno Padre; y para los mismos fines que se ofreció, ofrécete tú también a su mismo Padre.

Después, cuando comulgare el sacerdote, podrás tú también comulgar, a lo menos espiritualmente abriéndole el corazón, y cerrándolo a todas las criaturas, a fin de que su divina Majestad encienda en él el fuego de su amor.

Al mismo tiempo que el sacerdote con la lengua, podrás tú con la mente pedir cuanto se pide en las oraciones después de la comunión.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com