Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

4.8.18

De las virtudes y de los vicios: Dureza de corazón


La Dureza de corazón es un vicio detestable y ruin que va directamente contra la Caridad. ¡Bienaventurado el Misericordioso!, y en cambio, ¡desgraciado el de duro corazón, el que no escucha las quejas del pobre, y el empedernidamente ajeno a toda pena del prójimo!

Muy lejos está de ser todo para todos el duro de corazón; a esta alma infeliz no le conmueven ni las penas ni las alegrías de su hermano, vive reconcentrado en el más frío egoísmo, sin preocuparse más que de su persona.




El Amor propio y la Avaricia son los padres de la Dureza del corazón y por esto lleva tan hondo el más refinado egoísmo.

A esos corazones de granito rechaza el Espíritu Santo, pues el corazón que es duro para con su hermano, lo es para Conmigo; insensible es a mis gracias, a mi amor y a las penas que por él padecí.

Pasan la vida estas almas de manera inútil y culpable, y su eternidad feliz es muy dudosa, si antes no obra en ellas la gracia una transformación completa.

Los vicios causan la Dureza de corazón, la desarrollan y la conservan; principalmente causan este efecto la Lujuria, la Soberbia y la Avaricia; pero también le prestan un gran contingente los otros pecados capitales de Ira, Gula, Envidia y Pereza.

La Dureza de corazón es refractaria al Amor divino y a la Benignidad: nunca tocan éstos a sus puertas, y la vida del alma que la lleva consigo es muy triste y desgraciada, porque carece del santo placer de hacer el bien.

Es muy común en los avaros, en los soberbios, esta vida fría e infeliz que los aleja del eterno foco de la Caridad de Dios y del prójimo... Llevan una existencia vana y culpable y pasan a puestos más altos aún en su desdicha. El duro de corazón llega no sólo a ser indiferente y frío para con su hermano, sino que asciende su iniquidad a alegrarse y hasta gozarse en las penas, dolores y sufrimientos de él.

¡Qué negras almas existen en la tierra, y miren hasta dónde llega la dureza de corazón producida por el encadenamiento de los vicios! ¡Cuántas ocasiones tienen en su mano el poder evitar los males de todas clases y no lo hacen! ¡En los ricos se ve mucho de esta tan cruel como reprochable...!

Las obras de misericordia no se hicieron para ellos, creen los duros de corazón. Ven pasar las desgracias por sus puertas sin dignarse tan sólo fijar en ellas sus miradas, ni menos sus pensamientos y voluntad; muy lejos de esto, se sienten molestados y alejan agriamente de su presencia a aquellos de quienes dije: "Lo que a éstos se hace, a Mí se me hace", que son mi imagen sobre la tierra. ¡Desgraciados, repito, los duros de corazón, porque ellos se encuentran muy lejos del Espíritu Santo y de sus gracias!

¡Y cuánta dureza de corazón hay en el mundo, sólo Yo lo sé, y también cuánto con ello se amarga a mi suavísimo Corazón que es todo Caridad...!

Los Vicios petrifican los corazones, y llegan éstos a tal grado de crueldad para con el prójimo y de ingratitud para Conmigo como no se imaginan. El terrible indiferentismo llega a hacerlos su presa hasta el grado más glacial que puede existir.

Aquí tienen el fruto de los Vicios: la Dureza de corazón, que conduce a las almas como de la mano a la Impenitencia final.

Su remedio consiste en la Limpieza del alma, la cual trae consigo a la Dulzura, Suavidad y Benignidad. Mientras no exista la Pureza de corazón, no puede ésta desalojar tan ruin cuanto dañoso mal que tanta gloria y gozo le reporta a Satanás.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com