Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

3.8.18

De las virtudes y de los vicios: Escándalo


El Escándalo es un pecado que aborrezco cuanto soy capaz, y que hiere directamente a mi Corazón, causando el daño más grande para el prójimo.

El Escándalo no es un pecado concreto, o que extiende solamente en cierto radio, sino que es un mar desbordado, un río sin madre, un torrente sin dique.

El Escándalo procede de la Soberbia, del Orgullo, de la Envidia y de la Ira, con toda la falange asquerosa que la acompaña.

La Venganza, el Odio, el Rencor, la Cólera, la Traición y la Perfidia son las armas predilectas que empuñan el Escándalo con perfección; son también el fuego con que Satanás atiza el corazón del escandaloso.




La Murmuración es también una de las armas favoritas del infame pecho que abriga el Escándalo.

Existen pecados de Escándalo que difícilmente se perdonan, no porque mi gran Misericordia no sea mayor que todos los millones de pecados, sino porque mi Justicia descarga muy particularmente sobre el alma del escandaloso.

El pecado de Escándalo lleva siempre en su seno a la Malicia infernal.

El Escándalo rompe los velos de la Inocencia y del Candor, y el corazón depravado e impuro se goza en ello. Este crimen es de los más grandes que pueden existir: es más grande que los que se registran en el orden material, y la diferencia es tanta cuanta es la que existe entre la carne y el espíritu.

¡Ay del escandaloso! ¡Ay del que arranque el pudor a una alma! ¡Ay del que atropelle la Modestia y la Caridad y rompa la venda en las almas puras! Yo le prometo que quien tal haga y no se arrepienta y repare el mal, sufrirá eternamente castigos especiales. Pero corno en estos casos el daño que se hace es irreparable, el castigo también es muchas veces inevitable, y casi siempre lo es, si mi gran e infinita Misericordia no acude a poner lo que falta para la reparación; pues el que comete el pecado de escándalo, sea de palabra, obra o por escrito hace un daño tan grande y de tan multiplicadas consecuencia que el hombre no alcanza, aunque se martirice toda la vida, a repararlo. Aquí es donde tiene que entrar mi Sangre preciosa, mis méritos infinitos y más abundantes que en otros casos, para completar la reparación de la Justicia tan gravemente ofendida. Todos los medios humanos, y aun los sobrenaturales ordinarios, son incapaces para lavar tal mancha.

Este pecado necesita gracia extraordinaria y especial Misericordia para borrarse.

El pecado del Escándalo es sobre toda ponderación horrible; y el Espíritu Santo lo resiste y rechaza con más fuerza, con mayor impulso que a otros muchos. El Escándalo llena de almas el infierno. ¡Ay del autor de tal escándalo! ¡Ay del que pudiendo evitarlo no lo evita! ¡Ay del alma infeliz que, seducida por el Escándalo, se deje arrastrar por tan precipitada corriente, que siempre desemboca en el infierno!

Existen muchas clases de Escándalo y de escandalosos.

Los malvados sectarios, los impuros que se revuelcan en el asqueroso lodazal de su nefando vicio, la prensa impía llena de errores, libertinaje y malicia..., este torrente sin dique que envenenan a todas las clases sociales, y destruye la pureza de los corazones, emponzoñándolos y precipitándolos a la impiedad y a la herejía con todos los enormes vicios que las acompañan; los emponzoñadores errores que enseñan, la perfidia con que arrastran de las almas la fe, las burlas sacrílegas contra los Misterios más santos de la Religión, los tiros satánicos contra la Iglesia y sus Ministros... ¡Ay! ¡Déjame quejarme de los escándalos producidos en el mundo por los secuaces de Satanás, y su negra ingratitud para Conmigo!

El infierno se goza en el pecado del Escándalo: él es en el que Satanás se recrea.

En el Escándalo está el oasis de Satanás, porque este pecado lleva consigo todos los vicios, es el foco de los mayores crímenes y de los pecados ocultos.

El Escándalo lleva consigo una falange digna, repito, del recreo de Satanás.

El escándalo se cura con la reparación, proveniente de aquel que ha sido la causa de tan inmenso crimen.

Muy difícil es reparar el Escándalo cuando ha volado ya por los cuatro vientos de un mundo corrompido.

- Pero Señor, el alma que de veras clame a Ti, y de corazón se arrepienta, ¿qué debe hacer?

- Vivir una vida total de reparación, haciendo cuanto esté en su mano para deshacer los daños causados con su escándalo: llorar continuamente su pecado y ablandar, con su penitencia y dolor, la Justicia divina, suplicando de día y de noche que la divina Misericordia supla lo que le falta para que su pena, unida a los infinitos méritos de mi Pasión, le alcancen la inmerecida gracia del perdón.

Muy grande es el pecado del Escándalo, y jamás será bastante ponderado, porque excede a toda ponderación, daño y malicia.

La Cruz, sólo la Cruz es el preservativo de tan gran mal. Ella es la que pone freno a las pasiones, cura los desordenados apetitos, y da a las almas la vida de la gracia: la Cruz las conserva, además, y las libra de Satanás y de sus maquinaciones.

¡Lejos de Mí las almas escandalosas! Yo jamás me acerco a las almas que llevan en su seno semejante monstruo, que concluirá, si no lo arrojan lejos de sí, por tragárselas y perderlas eternamente.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com