La Tranquilidad nace de la Paz en un alma limpia y pura, crece en el Sacrificio, y llega a su desarrollo en el Renunciamiento propio. En este Renunciamiento propio es en donde la Tranquilidad tiene su reinado, en esta muerte de sí mismo ella vive, florece y fructifica.
La Tranquilidad tiene su descanso en las almas justas. Sólo es capaz de perturbarla el pecado y las infidelidades a la gracia. Entonces ella se aleja por más o menos tiempo, hasta que el alma se purifica; porque esta Tranquilidad es tan limpia, que jamás hace su nido en un alma manchada, o impura. Es la Reina de la felicidad del hombre, sin ella la dicha verdadera no existe, y el hombre lejos de ella es un desgraciado. La Tranquilidad es indispensable en el espíritu para las comunicaciones divinas.
Solamente los oídos tranquilos y quietos pueden escuchar la secreta voz del Espíritu Santo y seguir con seguridad las inspiraciones y enseñanzas de este mismo Espíritu de Verdad y de Paz. El alma que posee esta virtud hermosa y divina tiene en la tierra el principio de un anticipado cielo. Feliz el alma tranquila que conserva esta Paz en las contrariedades y luchas de la vida.
Mas no crean que sea tan fácil el poseerla, y que sea fácil el conservarla; tiene también un campo de terribles luchas, en el cual se prueban su firmeza y quilates. A esta preciosa joya generalmente conserva un escuadrón de virtudes a cual más necesaria para sostenerla, pues las fuerzas naturales del hombre no son bastantes para ello.
La Gracia es el único apoyo de esta inapreciable virtud: ella es su escudo, su refugio y su fortaleza. Sus enemigos son muchos y desenfrenados, porque Satanás es antagonista de la Tranquilidad y de la Paz. Pone en juego a la Agitación, a la Precipitación, a la Cólera, a la Soberbia y a la Turbación para derrocarla. Feliz el alma que sabe sostenerse en pie contra los incontables ataques del enemigo, ella se hará acreedora a una gran recompensa eterna. Satanás la ataca muy de frente porque en un alma tranquila no tiene entrada, y por lo mismo tiene cerrada la puerta para mil maquinaciones que sabe él poner en juego.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com