La Tranquilidad nace de la Paz en un alma limpia y pura, crece en el Sacrificio, y llega a su desarrollo en el Renunciamiento propio. En este Renunciamiento propio es en donde la Tranquilidad tiene su reinado, en esta muerte de sí mismo ella vive, florece y fructifica.
La Tranquilidad tiene su descanso en las almas justas. Sólo es capaz de perturbarla el pecado y las infidelidades a la gracia. Entonces ella se aleja por más o menos tiempo, hasta que el alma se purifica; porque esta Tranquilidad es tan limpia, que jamás hace su nido en un alma manchada, o impura. Es la Reina de la felicidad del hombre, sin ella la dicha verdadera no existe, y el hombre lejos de ella es un desgraciado. La Tranquilidad es indispensable en el espíritu para las comunicaciones divinas.