Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

2.7.18

El combate espiritual: prepararse para el último combate


- Del modo de prevenimos contra los enemigos que nos asaltan a la hora de la muerte. -

Aunque toda nuestra vida no es sino una continua guerra (Job. VI, I), es cierto, no obstante, que la principal y más peligrosa batalla será la última, porque de ella depende nuestra vida o nuestra muerte eterna (Eccles. XI).

Para no peligrar, pues, entonces con daño irreparable, procura ejercitarte en este combate ahora que Dios te concede el tiempo y las ocasiones; porque sólo quien combate valerosamente en la vida puede esperar ser victorioso en la muerte por la costumbre que ha adquirido de vencer a sus más formidables enemigos. Además, piensa frecuentemente y con atenta consideración en la muerte, porque de esta suerte, cuando estuviere vecina, te causará menos espanto, y tu espíritu estará más sereno, libre y pronto para la batalla (Eccles. II).




Los que se entregan a los placeres del mundo, huyen de esta consideración por no interrumpir el gusto que perciben de las cosas terrenas; porque como están asidos voluntariamente a ellas, les serviría de gran aflicción considerar que las habrán de dejar algún día; y así, no se disminuye en ellos el afecto desordenado, antes va siempre en aumento y cobra nuevas fuerzas; de donde proviene que les causa grande aflicción dejar esta vida y los deleites mundanos, siendo mayor la pena de aquellos hombres que gozaron más tiempo de ellos.

Mas para prepararte mejor a este terrible paso del tiempo a la eternidad, imagínate alguna vez que te hallas sola y sin ningún socorro entre las angustias y congojas de la muerte; considera atentamente las cosas de que hablaré en los capítulos siguientes, que son las que entonces podrán causarte mayor aflicción y pena, y no te olvides de los remedios que te propongo, a fin de que puedas servirte de ellos en este último trance; porque conviene que aprendas a hacer bien lo que no has de hacer sino una sola vez, si no quieres cometer una falta irreparable que causaría tu infelicidad eterna.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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