- Del modo de dar gracias a Dios. -
Siendo de Dios todo el bien que poseemos (Jacob. I, 17) y obramos, es muy justo que le rindamos continuas acciones de gracias por todas las buenas obras que hacemos, por todas las victorias que alcanzamos de nosotros mismos, y por todos los beneficios comunes y particulares que recibimos de su mano.
Para que podamos satisfacer propia y debidamente esta obligación, hemos de considerar el fin que mueve al Señor derramar con tanta liberalidad sobre nosotros sus bendiciones y gracias; porque este conocimiento nos enseñará de qué modo quiere que le mostremos nuestra gratitud y reconocimiento.
Como su fin principal en los favores y misericordias que nos reparte, es exaltar su gloria y atraernos a su servicio, harás desde luego esta reflexión dentro de ti misma: "¡Oh, con cuánto poder, sabiduría y bondad se ha dignado Dios hacerme este beneficio!". Después, considerando que en ti misma no hay verdaderamente cosa alguna que merezca semejante gracia, antes bien muchas ingratitudes y culpas que te hacen indigno de ella, dirás al Señor con profundísima humildad: "¿Es posible, Señor, que con tanta bondad y misericordia os dignéis poner los ojos en la más vil y abominable de todas vuestras criaturas, y colmarla de vuestros favores y beneficios? Sea vuestro nombre bendito y alabado por todos los siglos de los siglos".
Finalmente, viendo que en retorno de tantos beneficios no te pide otra cosa sino que ames y sirvas a tu bienhechor, concebirás grandes sentimientos de amor por un Dios tan bueno, y deseos fervientes de hacer en todas las cosas su divina voluntad; y a este fin añadirás un sincero ofrecimiento de ti misma en el modo que verás en el capítulo siguiente.
Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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