JESÚS:- El Fingimiento es hijo de la Hipocresía, de la Vanidad y de la Mentira.
Lleva en su sangre, diré, la amalgama de estos tres vicios, refinándose en su ejecución. Muy odioso es para Mí el Fingimiento, porque soy refractario a la Mentira, a la Hipocresía y a la Vanidad de que se compone. Se finge en el mundo y en el claustro; en los bailes y confesonarios; en la salud y en la enfermedad; en las modas, en las trajes y en el corazón; en las comedias y en la piedad; en la calle y en el templo; en el cuerpo y ¡ay!, ¡también en el espíritu!... Muy general es este vicio, desgraciadamente, sobre todo en las mujeres: ellas son por naturaleza un compuesto de Fingimiento, más o menos refinado, que sólo la virtud, y una grande virtud y santidad, puede echar por tierra.
¡Qué poca naturalidad existe en la mujer, y menos aún en su espíritu! Aún interiormente se introduce el maldito Fingimiento, y tan fino es, que apenas se le percibe. Para los ojos comunes, diré, pasa totalmente desapercibido, porque la luz natural no es suficiente para descubrirlo: se necesita la luz divina, luz sobrenatural para conocerlo.
La discreción es una virtud o cualidad con la cual los directores descubren el Fingimiento: esta virtud es la lente con la cual se alcanza a mirarlo, en toda su finura, pero muy pocas almas la poseen, por ser más bien la Discreción un don con que el Espíritu Santo obsequia a quien le place y merece.
Muy en contra del Espíritu Santo es el Fingimiento, porque Él busca la Claridad de una alma pura y sencilla para reflejarse en ella.
El Espíritu Santo es la verdad por esencia, que repele a todo cuanto ella no sea.
A las almas simples, sin huella de Fingimiento, se comunica: en las almas llanas y sinceras se complace; y en la pureza y limpieza de corazón tiene su asiento.
Aborrece el Espíritu Santo a la oscuridad, y el fingimiento es un compuesto de ella. La santidad también se finge, cuando no es verdadera; porque la verdadera es clara, pura y sencilla.
Los santos jamás se figuran que lo son; y quien se cree más lejos de la santidad, por efecto de una sólida humildad, la lleva generalmente consigo.
La verdadera santidad no se puede fingir: es tan clara como la luz del día y aunque vive en el fondo del secreto ocultamiento, es tal su resplandor, que los ojos espirituales luego la conocen, y los propios están ciegos para mirarlas.
Estas almas santas han derrocado las torres más o menos altas del fingimiento, y obran en espíritu y en verdad.
La Rectitud y la Caridad son los remedios para tan grande mal. La Simplicidad es virtud de santos, por ser muy rara el alma que la practica, y sin embargo ella es la antagonista del fingimiento.
La Simplicidad junto con la Sencillez, la Limpieza y la Delicadeza, curan radicalmente el gran mal del fingimiento que cunde por todas partes.
Para el figimiento espiritual también sirven estos remedios, juntos con la hermosísima virtud de la Pureza de intención.
Todo fingimiento es torcido, y por tanto, malo; él es la efigie de Satanás y el espejo donde se le mira.
La Astucia siempre hace sombra al fingimiento y muchas veces la Malicia lo acompaña.
Epidemia universal es el fingimiento y por eso hay tan poca virtud en el mundo porque éste lo emponzoña y multiplica.
El Fingimiento, pues, es el valladar que repele al Espíritu Santo, porque este Espíritu Santo no desciende, no, a los corazones fingidos.
¿En dónde se encuentra la naturalidad, esta hermosa virtud, en el día de hoy? En poquísimas almas, porque ha llegado también a fingirse la Naturalidad. ¡Oh, Satanás miserable, hasta dónde llegas!
Yo, que todo lo veo, y sondeo el fondo de los corazones y sus intenciones, sólo sé hasta dónde llega este mal. Se finge la pureza, la Inocencia, el Pudor, la Modestia, el Candor, y hasta la Caridad y Virginidad. Se finge el Recogimiento, la Humildad, la Mortificación, la Penitencia...
EL ALMA:- ¿Pero, cómo, Señor, es posible?
JESÚS:- Con la Hipocresía más refinada. Se finge la Pobreza, la Suavidad y la Dulzura; la Serenidad y la Paz: en este campo se da gusto el vicio odioso del Fingimiento.
Todas las virtudes, o más bien la corteza o color de ellas, las viste el Fingimiento, engañando a los hombres.
¡Cuánta basura existe en el mundo y cuánta tristeza me da ver el poco grano de sólidas virtudes! ¡También en los claustros y comunidades penetra esta peste del fingimiento! ¡Cuántas caretas de la más fina hipocresía podría Yo arrancar! ¡Y lo peor es que llega este vicio a apoderarse a tal grado de las almas, que forma en ellas una como segunda naturaleza, y hasta en su trato para consigo existe el fingimiento! ¡Y cuánto de esto existe! ¡Si se pudiera ver, se espantarían las almas!
El fingimiento existe en la oración mental y vocal: por supuesto que esto no es orar, porque una de las condiciones de la oración es el vacío, y el alma fingida está llena de sí misma, y de mil vicios y pasiones arraigadas y que le son como con naturales.
Las oraciones del alma fingida son vanas; y a Mí, lejos de agradarme, esas oraciones me ofenden.
Por el fingimiento las almas que lo poseen llegan a creer que son santas y a fuerza de fingir las virtudes, llegan a creer que las tienen; mas como el principio es falso, falsas también son las consecuencias, y aquí nacen las mil y mil ilusiones de la vida espiritual.
¡Desgraciadas las almas que son presa del fingimiento: ellas vivirán en este mundo una vida de falsas virtudes, para despertar en la realidad terrible de la eternidad!
El fingimiento es una de las negras formas de Satanás con que envuelve a las almas, cegándolas y adormeciéndolas. Este vicio ayuda más que ninguno a que se hagan ilusiones y su despertar será espantoso.
¡Trabajemos en expulsar de nuestras almas el fingimiento que tantos males trae y en tantas redes envuelve!
¡Que las almas pidan Sencillez, Rectitud, Claridad y sólidas virtudes para que el Espíritu Santo se derrame con sus gracias en ellas!
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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