La Docilidad es hija de la Humildad y hermana de la Diligencia. Es de suma importancia para la vida del espíritu. El campo vastísimo que recorre es el de la Obediencia ciega, y la tengo, como predilecta, muy cerquita de Mí: es una virtud muy amada de mi Corazón, y es el cimiento de muy grandes virtudes y el recipiente de muchas gracias. El Espíritu Santo la busca para comunicarle sus santas inspiraciones, porque esta virtud, se presta luego a escucharlas y a practicarlas.
Su escollo es una imprudente dirección espiritual.
El alma dócil escala el cielo sin comprenderlo, y asciende sin sentirlo...
Esta es la virtud que se deja hacer, y el alma que la posee, posee un tesoro que no tiene precio. Su campo es muy extenso, casi infinito, en la vida del espíritu ordinaria, y aún más en la extraordinaria. Ahí tiene su completo desarrollo a la sombra del Espíritu Santo, en la comunicación de éste con el alma. Su apoyo es el conocimiento profundo de su nada. Su fortaleza, el propio desprecio; su misión, la santidad.
Los enemigos que más la acosan son la Soberbia, el Amor propio, la Sordera espiritual nacida de la Pereza.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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