Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

25.4.18

De las virtudes y de los vicios: Comodidad


La Comodidad es hija de la Delicadeza, y corre por sus venas la sangre de la Pereza.

Es compañera de la Molicie, y siempre lleva consigo la Ociosidad.

La Comodidad es ahora la reina del mundo, extendiéndose su influencia de uno a otro polo.

Las Religiosas también, ¡ay!, la tienen muy arraigada: y por esto a la mayor parte de las mismas las envuelve tanta tibieza.




La Molicie espanta hasta cierto punto a las almas que se llaman espirituales: pero Satanás le da a la Comodidad mil clases de colores y hace que la reciban en sus corazones sin el menor escrúpulo.

¡Cuántos hay de estos engaños en las Religiones!

La Comodidad es uno de los puntos más deleznables de las comunidades religiosas, punto por donde Satanás mina a las mismas para debilitar su espíritu y hacerlas caer en la tibieza.

Comienza el demonio con vil astucia a poner en las Religiones lo superfluo como necesario y la tolerancia por cosa indispensable.

De esta culpable Comodidad a la Delicadeza hay solamente un paso; Satanás sabe muy bien urdir mil imaginarios pretextos para arrastrar insensiblemente a los Religiosos al reinado de la Comodidad. Ponderando la necesidad de la salud, se pasa con suma facilidad a la Sensualidad.

¡Cuán resbaloso es este camino de astucias satánicas que conducen a la Comodidad y de ésta a muchos males!

La Condescendencia culpable extiende gran parte de su reinado en la Comodidad. El Amor-propio es su brazo derecho; y aún el Egoísmo tiene en la Comodidad parte de su campo.

En todos los actos de la vida del hombre, en más o menos escala, se introduce este dañino mal, que los desvirtúa y aún los envenena.

Esta serpiente de la Comodidad se introduce hasta en lo más Santo. Se le encuentra en el Templo y en la Oración, en el cuerpo y aun en el alma.

La Comodidad del cuerpo se deja ver en el dormir, en el comer, en el descanso, y en las ocuptaciones que pueden satisfacerle, mas el mérito de la virtud está en encontrarla. Cuando el espíritu domina a la materia y llega a postergarla, a fuerza de contrariarla y vencerla, entonces el hombre está en su punto correspondiendo al fin para el que lo creé.

La Comodidad en el espíritu camina unida con la del cuerpo: a la medida que se le conceda la comodidad al cuerpo se introduce en el espíritu.

"Aquel que me quiere seguir", debe tener muy a raya el cuerpo. El negarse a sí mismo consiste en oponerse absolutamente a que el alma y el cuerpo reciban Comodidad.

La Comodidad del alma consiste en buscar en las oraciones, obras de piedad y de misericordia, penitencias, etc., todo lo que pueda satisfacerle.

La Comodidad del espíritu está en el buscarse a sí, y no a Mí.

Esto, como se ve, está muy lejos de la Pureza de intención: la cual absorbe los actos de la criatura, santificándolos, y dándoles valor en esos actos buscando solamente a Mí.

¿Ven hasta qué punto sube la dañina Comodidad, invadiendo también la vida del espíritu al desplegar sus alas en la vida material y ordinaria?

Casi nadie en el mundo lo comprende así, corriendo este vicio sin que nadie se ocupe de interceptarle el paso. ¡Oh! Sólo Yo sé el mal tan abrumador que la Comodidad causa en las almas y en la vida espiritual!

¡Muchos, muchísimos de los que se llaman míos están abrazados, unidos y pegados a tan pernicioso mal!

No sólo con fútiles pretextos admiten a la Comodidad, sino más aún, corren a buscarla, y no pueden, no, vivir sin ella. ¡Y los que tal hacen se llaman cristianos y se llaman míos! ¡Engaño funesto!

"El que quiera venir en pos de Mí", que deje la Comodidad, que se niegue a sí mismo, que en nada se busque a sí, y que me siga.

Yo en mi paso por la tierra no tuve una piedra en donde reclinar mi cabeza, y millones de hombres se mecen en la más refinada y desdejada Comodidad! Y ¿éstos me siguen? No, no; son más de palabra, mas en la práctica de los hechos, al tratarse de crucifixión, reniegan de mi doctrina, y con las obras, prueban cuán lejos se hallan de Mí. ¡Desgraciados!, van contra la Cruz, por más que con la lengua la encumbren. Desengañarse y desengáñenlos: el único camino que conduce a Mí, es el camino de la Cruz, es decir, el del aplastamiento y destrucción de toda propia comodidad.

El mundo no entiende de esto; mas que tampoco en las Religiones se haga algo sobre el particular, esto me duele, y al mismo tiempo hiere a mi Justicia y la irrita.

Se deja sin obstáculos pasar a la Comodidad y una vez estando ya dentro, Satanás se encarga de hacerla fructificar para su cosecha.

La Comodidad es un gran mal, un espantoso mal para la vida espiritual recta y santa; nadie comprende, repito, el veneno que consigo lleva, veneno lento, pero que acaba por matar los vuelos del alma para el sacrificio, infundiéndole una espantosa inercia.

La Comodidad también concluye por embotar los santos ímpetus del alma hacia la Cruz, y ¡no se conoce a serpiente tan fiera y astuta que con sus redes de seda, caza a miles de almas para arrojarlas al infierno!

Hay que desinfectar esta atmósfera venenosa de la Comodidad que se respira en todas partes: ¿y saben cómo? Con la Cruz: con el reinado del Dolor.

El mundo se hunde por la comodidad: la Iglesia resiente dolorosamente este defecto Capital en sus hijos.

El único remedio para tan contagioso mal es el Sacrificio, es el Dolor, es la Cruz.

Que sacuda el alma con violencia este sopor que la envuelve; que se renuncie a sí, y que me busque a Mí, por el camino del propio desprecio y se librará, Yo se lo prometo, de tan grande mal, el cual puede acarrearle funestas consecuencias para la eternidad.

Que las Religiosas se esfuercen, y haciéndose violencia, con toda valentía y constancia, arrojen lejos de sí a la Comodidad.

Mas, si dicen que no la conocen, es porque no oran y porque no me aman.

La Oración y el Amor son los anteojos por donde se ve, se conoce y se mide a la propia Comodidad.

El alma que por estos vidrios de aumento se asoma a su interior, ve lo que jamás imaginaba, y horrorizada entonces del fuego en que estaba envuelta, se levanta y arroja lejos de sí, interior y exteriormente, a la serpiente de la Comodidad, rompiendo las redes en que estaba presa.

¡Feliz el alma que tal haga: ella ha dado un gran paso hacia la perfección!

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario