Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

14.4.18

De las virtudes y de los vicios: Penitencia Espiritual Perfecta


La Penitencia exterior tiene la facultad o virtud de purificar el cuerpo y el alma, pero existe otra clase de penitencia: la penitencia espiritual perfecta.

Esta penitencia es de un valor inmenso, y como lo dice su nombre, toca directamente al espíritu, aunque sus efectos se dejan también sentir en el cuerpo.

Esta purificación no está en manera alguna en la voluntad humana, sino que depende totalmente de la voluntad divina. Esta voluntad divina, o por sí, o valiéndose de otro espíritu, hace pasar al alma por el vivo fuego del crisol de la purificación más intensa y atormentando al alma, la deja capaz para recibir las gracias del cielo. Este es un fuego que en un instante consume hasta las más pequeñas imperfecciones, y acerca al espíritu, así purificado.




Esta purificación deja en el alma varios santos afectos: es decir, le da luz, fortaleza y unión; estas tres gracias, además de otras, son las principales con que Dios regala al alma feliz que lleva por estos caminos.

Esta penitencia es una de las virtudes internas perfectas de que venimos hablando, y solamente un especial beneficio de Dios y un don puramente gratuito. Es un favor del cielo con el cual Dios purifica a las almas, las limpia para subirlas a la alteza incomprensible de la unión.

Son estas desolaciones, que van a lo más hondo del espíritu, un don gratuito, sin que nadie sea capaz, ni de quitarlas, ni de disminuirlas, pero se puede inclinar a mi Corazón a concederlas, practicando los tres grados de perfección de la Religión de la Cruz.

La Penitencia es de gran valor y procura al alma innumerables bienes. El cuerpo es como un pedernal y la penitencia el eslabón con que se produce el fuego santo que purifica el alma y la abraza en el divino amor.

La penitencia es una poderosa arma contra muchos vicios; es espuela contra la molicie y ataca directamente a todos los pecados capitales. Es el cerco de la castidad, la despertadora del espíritu y el antídoto contra el fuego del Purgatorio, es la llave de las gracias y la que detiene la justicia del mismo Dios, es una mina que atesora para el cielo.

La penitencia abre las puertas de la contemplación y los tesoros celestiales. Sin embargo, hasta su nombre causa horror; pero, ¡si se gustasen sus frutos, este delicado sabor que en el mundo no se encuentra...! La Penitencia inclina al hombre a la mortificación, al propio desprecio, a la Caridad del prójimo y a la unión con Dios.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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