Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

20.4.18

De las virtudes y de los vicios: Vicios opuestos a las virtudes de sacrificio. Inmortificación


La Inmortificación procede de la Sensualidad y del Amor propio principalmente.

La Comodidad y la Delicadeza lo alimentan y hacen crecer, ayudándole además a que llegue a su completo desarrollo, por medio de la Molicie.

La vida espiritual subsiste y crece con la savia de la Mortificación; esta virtud la vigoriza y prepara el alma para grandes gracias.

En cambio la Inmortificación mata esta vida del alma, o cuando menos la hiela y seca, enervándola para todo bien; porque hay que desengañarse: la vida del espíritu, nace, crece y se desarrolla solamente en el campo doloroso de la Mortificación voluntaria, o sea de la Cruz: no existe otra vereda para llegar a ella, sino la estrechísima del Dolor.




La Mortificación es la escala que más pronto y directamente lleva al cielo por las virtudes, ella es la perla del corazón que me ama. En cambio no existe declive más inclinado, que haga descender al corazón por toda clase de vicios, como la Inmortificación.

El alma que se deja llevar de ella, pronto caerá en el pecado.

- ¿Dí, Señor, en qué cosas se debe uno mortificar y cuándo?

- Siempre y en todas partes, especialmente cuando siente el alma alguna afición desordenada aún en lo más santo; cuanto más en cualquier determinado vicio. En todo lo que no sea recto debe el alma mortificarse, enderezando sus actos e intenciones hacia Mí solamente, y con el único fin de agradarme.

En lo ilícito siempre hay que mortificarse por deber y en lo lícito, por amor Mío.

La Mortificación debe ser el pan cotidiano del alma: ella es el crisol en donde constantemente debe purificarse, y el agua en que debe lavarse.

Es un maná la mortificación que contiene muchos sabores y siempre nuevos en los cuales el alma se llega a embriagar de tal manera, que pasa a constituir su felicidad en la tierra, siéndole penoso vivir sin Dolor, y solamente con el fin sobrenatural de darme gusto y complacerme.

Progresos muy grandes en la perfección, hace un alma mortificada; en cambio la que se deja llevar de sus gustos e inclinaciones se mancha, se abaja y retrocede, poniéndose en peligro de perder el calor y la vida espiritual del alma.

La Inmortificación, sin embargo, reina hoy en el mundo y desgraciadamente invade también a las Religiones.

La nieve de los claustros es la Inmortificación: ella destruye el calor y del amor divino y congela a las almas con su contacto.

Es además, la Inmortificación, la destructora de la Oración; infiltra en el alma la Disipación y el Fastidio, las Distracciones y el cansancio, poniéndose como poderoso obstáculo entre Dios y el alma.

La inmortificación deseca las fuentes de las inspiraciones divinas y cierra las puertas a las comunicaciones del Espíritu Santo. Grande mal es la Inmortificación, y uno de los venenos con que Satanás mata a las Congregaciones religiosas.

¡Desgraciadas las Religiones sin la Mortificación como reina y Señora! Ellas vendrán por tierra más o menos tarde, porque una de las más poderosas palancas que la sostienen, es la mortificación.

Un alma fría, generalmente, es una alma Inmortificada. Un alma con frecuentes recaídas, tiene también por causa de su debilidad la Inmortificación. Un alma que no avanza en los caminos de la perfección, es decir, de las virtudes y de la Cruz, es también sin duda, inmortificada. Un alma que no adelanta en la oración no vacilen en afirmar que le falta el indispensable apoyo de la Mortificación, la llave con la cual se abren esas divinas puertas que ponen al espíritu en comunicación directa con Dios.

La Mortificación debe acompañar a todos los actos del hombre tanto interiores como exteriores en sus potencias y sentidos. ¡Oh y qué bella es la Mortificación interna y espiritual! En ella se complace el Espíritu Santo.

Y de la misma manera que existe Mortificación interna, de la cual se produce la externa, igualmente hay Inmortificación interna más refinada, y de la que se produce la externa. No existe la una sin la otra puesto que del corazón parte el bien y el mal, y ahí se elaboran tanto las virtudes como los vicios; pero, existen unos vicios internos, que tocan con especialidad los puntos más íntimos del alma, creciendo con esto su daño y malicia. La Inmortificación interna, por ejemplo, pasa a dejar desarrollarse los pecados secretos, sin oponer resistencia: ella patrocina a los vicios espirituales, y a los vicios espirituales perfectos, y da rienda suelta a la Libertad culpable de las pasiones todas.

Grandes y estupendos males causa esta clase de Inmortificación y sólo se cura con la santa Rectitud, Penitencia, Mortificación, y Pureza de intención.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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