Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

27.4.18

De las virtudes y de los vicios: Gula Espiritual


Existe también la Gula espiritual que viene de la Envidia, en gran parte, y consiste en un desordenado deseo de santidad, el cual se aparta del Abandono a la voluntad divina.

La Perfección consiste en la moderación prudente de todo justo medio.

Este aviso que doy es de mucha importancia en la vida espiritual y material: pues muy fácil es a la naturaleza del hombre el desordenarse.




En lo bueno como en lo malo, el apetito sensitivo busca su propia satisfacción, y tanto en lo uno como en lo otro, la Rectitud debe ser la balanza de sus operaciones.

Hay personas que pasan la vida pensando cómo darán gusto a su paladar. Aún más: en muchas ocasiones el pensamiento de los manjares quita de los corazones el recuerdo divino de mi Persona. ¡Oh, aberración espantosa! ¡Parece mentira que la bajeza de la naturaleza corrompida posponga a un pedazo de pan al Rey del cielo y tierra! ¡Guerra al apetito desordenado de la Gula!

La templanza virtud hermosísima, y el Vencimiento propio son el contrapeso de este vicio.

El aborrecimiento propio es muy útil para sujetar la materia a la razón y al espíritu, ayudado de la Prudencia y Moderación. A medida que la carne se vence, el espíritu, es decir, el Orden crece, y supera, y llega a reinar.

El Dominio propio, en esta materia, es de mucha importancia, ya que él viene a equilibrar las cosas, poniéndolas en su verdadero punto, y en el orden en que Yo las creé, es decir, que el espíritu sea el Rey de la materia.

La razón y la Fe deben dominar todo levantamiento de cualquier apetito viciado y desordenado. ¡Oh, si ésta comprendieran y practicaran los hombres!

Para la ayuda de este dominio de la carne están la Penitencia y la Mortificación, las cuales son armas con que se triunfa de la Gula y de otras muchas pasiones.

Miren el funesto campo de los vicios, y den el alerta a tantas almas que sólo viven de la materia, sin ni siquiera vislumbrar las riquezas, los tesoros y los infinitos bienes que se encuentran en el vencimiento de las viles pasiones, y en la lucha terrible contra sí mismo, la cual alcanza la victoria contra el enemigo.

En el Orden se encuentra la felicidad; en equilibrar lo que el maldito Desorden destruye, se halla la verdadera dicha.

Cuanto más se quite a la carne, mayor será la ganancia para el espíritu.

Todo lo que el hombre voluntariamente se quita a sí mismo, por amor mío, lo encontrará duplicado en el desarrollo interior de su espíritu.

El Espíritu Santo recompensa toda maceración de la carne con la abundancia de gracias.

Toda propia crucifixión o dolor, sea interno o externo, que el hombre se procure por Mí, será recompensado con creces.

¡Cuán grande es la vida del espíritu y cuán postergado está su reinado en el mundo! ¡Cuán postergado se ve con frecuencia aún en las Religiones!

El hombre vive de materia, de fingidas vanidades y fugitivos placeres, que dejan lacerado el corazón: y no hace caso, no, del santuario interno que dentro de sí lleva, en donde debiera constantemente ofrecer incienso a su Dios y Señor, quemando sus vicios, ruindades y viles pasiones en aras del sacrificio amoroso. Mas esto no se conoce y mucho menos se practica.

Vengo atraído por mi gran Misericordia a dar una alerta al mundo: a despertar de su letargo a tantas almas ilusionadas, engañadas y sordas; vengo hoy con indecible abajamiento a llamarlas a mi Corazón para salvarlas.

No se asombren, no, de tanta bondad: quiero en los últimos tiempos olvidar los pecados del mundo y salvar las almas que viven ciegas en sus culpas e inculpables errores.

Vengo, a dar un mentís a Satanás, a levantar mi Cruz y hacer reinar el Dolor.

No quiero ya falsa piedad, ni virtudes fingidas, ni vicios solapados y traidores; tiempo es ya de quitar la careta a Satanás, y de hacer patente al mundo sus infames maquinaciones.

Quiero que reine la Pureza, la Cruz, el Dolor, y la verdadera Santidad.

Quiero solidez en los corazones; necesito almas que me consuelen y aplaquen Conmigo a la divina Justicia.

El mundo se hunde por la sensualidad, y la Tibieza lleva el campo del universo entero... ¡Ayúdenme! ¡Préstense!

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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