Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

1.9.17

Por los bienes temporales, perder los eternos


"Sordet telus cum caelum aspicio", se puede ver en el encabezado de esta antigua lámina del siglo XVII. En ella, en una cinta central, un lema destaca y nos llama la atención, advirtiéndonos: "No se da Cielo sin memoria de Cielo". Es decir, "no se da el Cielo sin la memoria del Cielo", indicándonos que muy difícil alcanzará el Reino de los Cielos aquél que nunca piense en él, ni se preocupe por él.

En la parte baja de la lámina, como pie de foto, se puede leer: "Por los bienes temporales, pierdes los eternos", junto con una cita de Hebreos 13 que es lapidaria: "Non enim habemus hic manentem civitatem" ("no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la venidera").




Una carta, la de Hebreos, que los cristianos deberíamos leer muy a menudo, para tenerla siempre mucho más en cuenta.

La lámina continúa, de abajo a arriba, representando en su parte inferior los personas o "actores" que representan "su papel" en este mundo: reyes, príncipes, clero, religiosos, populacho... En boca de ellos se puede leer, de izquierda a derecha: "la penitencia lo acierta"; "las honras son dudosas", y cabría añadir: "...y caducas". "Puedo perder a Dios", dice un obispo, "que espero sin Dios", "la limosna tiene llave", y, finalmente, "con placeres no llegaremos".

En la parte media vemos a ánimas, que están en tránsito de alcanzar la Vida Eterna. Ellas nos aconsejan: "lo que se acaba, nada consuela", haciendo referencia a que cualquier cosa temporal es eso, temporal y efímera. Y añade el personaje: "no se alcanza en esta vida como es", indicándonos que, aunque por fe podemos un poco atisbar lo que será la gloria venidera para quienes lleguen a la auténtica Vida, como dice San Pablo "solo vemos como en un espejo", y éste, sin mucha claridad, entre mucha penumbra.


Esta "gente desterrada, disponeos para la Patria" que vemos en la parte más focal de la lámina, nos quiere decir: la gente que no tiene apego a los bienes materiales, que no tiene "lugar en esta tierra". Y siguen añadiendo los personajes: "anímate a padecer por aquella gloria", indicándonos que cualquier sufrimiento o sacrificio de aquí abajo es, siempre, poco comparado con la vida futura. Para ello, nos aconseja: "deja el corazón vacío", sin apego a nada, ni a nadie, solo a Dios, Eterno y Sumo bien.

Pero, mientras seguimos caminando en este destierro, el siguiente personaje nos recomienda: "no te cansen los trabajos", y de su boca emerge el mensaje: "se goza sin temor a perderla", refiriéndose que, a diferencia de los bienes caducos y materiales de la vida carnal, los espirituales "no se terminan nunca ni tienen fin". Y, finalmente, añade el último personaje: "sea tu regalo padecer por Dios", recordándonos que sin sacrificio, penitencia y dolor, es difícil llegar a la Eternidad, y que todo lo que hagamos, padezcamos o/y suframos, debemos orientarlo y encomendarlo a Dios, en sufragio de las ánimas del purgatorio, pero también en penitencia y sacrificio por la conversión de los pecadores, como nos aconsejó Nuestra Señora en Fátima. Y terminan: "todo es corto lo que del Cielo piensas", indicándonos de nuevo que, cualquier cosa que nos imaginemos que nos ofrecerá la Eternidad: goce, alegría, bienestar y abundancia, así como alegría infinita por ver al Señor, será corto, muy corto y se quedará muy pequeño, en comparación con lo que realmente disfrutarán para quienes la alcancen. Porque, como reza un dicho carmelita, si tienes a Dios, ¿qué te falta?, y si te falta Dios, ¿qué tienes?


En la parte más elevada vemos a los bienaventurados que ya han alcanzado el Reino de Dios. A la izquierda se lee, en una nube: "con el desprecio de las riquezas temporales, negociamos las eternas". Y del otro lado: "tenemos gustos eternos por penas temporales". Y la Santísima Trinidad, en representación de tres divinidades, nos recuerda: "miren los bienes que tengo preparados para los que me sirven, y los que se pierden los pecadores".

Y los santos nos dicen (de izquierda a derecha): "bienaventurada penitencia"; "pasó el padecer"; "no puedo perder a Dios" (en alusión que las almas santas ya no tendrán miedo ni de ofender a Dios, ni de alejarse de Él); "poco se trabajó" (en alusión a que la recompensa es tal, que cualquier trabajo, penitencia, dolor o sacrificio por llegar a ella es, comparativamente, una nimiedad); "mucho se gozará". A la derecha, la primera es un tanto ilegible, pero a su lado se puede ver: "se goza cada momento"; "dichosos trabajos"; "quién hubiera servido más" (en alusión de que, cuanto más uno sirva y más humilde sea y se rebaje, más elevada será su gloria y recompensa, como nos tiene dicho Jesucristo en su Evangelio: "los primeros serán los últimos y los últimos los primeros", y "quien se humilla será ensalzado"). Y, termina la lámina con la última ánima recordándonos: "no se acabará". Exacto, estas penas y dolores son pasajeros, al igual que su gloria, fama y goce, pero los bienes eternos no se acabarán nunca. Como quien encuentra una piedra preciosa y va y vende todo lo que tiene, porque ante su valor el resto de las cosas no tienen ninguna importancia, lo mismo ocurre para quien ha descubierto a Cristo y el Reino Eterno: todo lo material es basura y no tiene absolutamente ningún valor. Sólo Dios basta, solo Él lo llena todo.

Redacción: Ludobian de Bizance | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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