Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

31.8.17

Obras son amores, y no buenas razones (para las ánimas del purgatorio)


Preguntando Santa Gertrudis a una ánima del purgatorio qué obras le serían más proporcionadas en su rescate, le respondió: "si alguna persona, afligida y lastimada de lo que padezco por haber querido seguir mi propio parecer al de mis prelados, hiciere propósito firme de jamás seguir su propia opinión, sino el de sus superiores, con esto me aliviará en mi dolor, y me consolará de los desconsuelos que padezco".

Refiere Surio como a San Remberto le pidió un ánima que si él por ella quisiera ayunar cuarenta días a pan y agua, sería libre del purgatorio, que padecía por los ayunos que había quebrantado por su gula; así lo hizo el santo, y después le hizo saber que con esto le había alcanzado la visión de Dios, de la cual había estado hasta entonces, por sus placeres gastronómicos, privada.




Pues si alguien se excusa diciendo que es pobre y no puede ayudar a las ánimas del purgatorio con misas u otras limosnas, con el ayuno podrá ayudar, pues además se ahorra el dinero; menor disculpa tienen pudiendo decir oraciones, como los Padrenuestros y Avemarías que ofrecía continuamente por las ánimas Santa Clara de Monte Falco, religiosa agustina, como tan insigne protectora de las ánimas.

Respecto a esto, de un santo religioso de la orden de San Francisco, llamado Corrado, se escribe cómo se le apareció un discípulo suyo, rogándole que si quería socorrerle con la oración del Padrenuestro sería libre de las penas del purgatorio, pues eran muy terribles las que padecía. Además de esas oraciones, recitó el Requiem Aeternam y fue tan grande el alivio que en sus penas sintió el alma del religioso difunto, que le pidió con afecto quisiese volver a decirlas, y confesó el alma que, a medida que se las iba diciendo, así sus penas se le iban disminuyendo. Continuó hasta cien veces dicha oración, y agradeciéndole el ánima su caridad, le dijo que por aquel medio salía de las penas del purgatorio y subía a gozar de los bienes del Paraíso.

Fijémonos, pues, con cuánta facilidad podemos socorrer a aquellas benditas ánimas. Asimismo, mucho desean las ánimas que se les diga el Oficio de Difuntos, habiéndolo establecido la Santa Iglesia a beneficio de las ánimas, las cuales, como son tan agradecidas, hacen mucho bien a los que lo rezan. Y el doctor Martin Carillo cuenta haber conocido una persona que desde que lo rezaba, que eran más de cincuenta años, había gozado de muy prósperos socorros y escapado de muchos peligros respecto a su salvación. Bastará, para hacernos dar cuenta de lo mucho que a las ánimas les aprovecha, lo que escribe Surio en la vida de Santa Maria de Oñies.


Hayándose esta santa presente a la muerte de una devota mujer, y después de la sepultura, vio que el mismo Cristo descendía del cielo, acompañado de muchos santos, con los cuales celebraba otro oficio por la difunta misma, cantando los santos salmos, lo cual fue ocasión a la santa de una grande admiración, con que alabó a Dios por la conformidad que veía entre los oficios de la Iglesia Triunfante en el Cielo, y los de la Iglesia Militante en la Tierra; y a nosotros nos lo debe ser, para preciarnos mucho de este oficio, que es tan precioso en el Cielo, y alegrarnos de decirlo por los difuntos, por los cuales hasta los bienaventurados lo dicen.

Por desgracia, hoy muchos cristianos viven olvidados de todo esto, sin cuidado de acumular obras para la eternidad. Enviémosles por medio de los sacramentos de la penitencia socorros, que es muy fácil sufragio; y después de la misa, la Sagrada Comunión tiene un destacado lugar, y a las ánimas les agrada mucho.

Refiere el gran Ludovico Blosio de un difunto que apareció a un amigo suyo rodeado de fuego, porque viviendo había sido descuidado en recibir la Sagrada Comunión. Pidió al amigo que comulgase por su alma, con la mayor preparación que pudiera. Así lo hizo, y en el día siguiente vio esa ánima muy agradecida, por la libertad que con la Comunión devota le había alcanzado.

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