Como ya dijimos en otras ocasiones, si la mayoría de los que reciben la Sagrada Comunión lo hicieran como ordena la Santa Iglesia, nuestras parroquias serían un verdadero centro de cristiandad y devoción. Por desgracia, nada hay más lejos de la realidad: muchos toman el cuerpo del Señor por cumplir, por costumbre o incluso porque les parece un acto social. De otra manera, no se explica cómo las filas de fieles que acuden a recibir la Eucaristía sean tan largas, y sin embargo los confesionarios estén vacíos.
En estas semanas donde tantas comuniones y bodas van a celebrarse, conviene que reflexionemos -y hagamos reflexionar- sobre ésto, y sobre la conveniencia de acudir a comulgar o no según la conciencia de cada uno.
Los cristianos deben recibir la Comunión en estado de gracia. Si estamos bajo pecado mortal no se puede recibir la Eucaristía. Y el hecho de que no se pueda no es solo porque así lo ordene la Iglesia, sino que tiene una razón de ser más profunda: si se tomase la Comunión en ese estado, se incurriría en sacrilegio, el cual es un pecado muy serio.
Sobre el particular San Pablo hablaba cuando escribía en 1 Corintios 11:27-29: "El que coma el pan o beba de la copa del Señor de una manera indigna, será culpable de profanar el cuerpo y la sangre de Cristo". De hecho, hacemos que el juicio divino recaiga severamente sobre nosotros mismos, y nos aconseja "examinarnos" antes de acudir a la mesa del Señor.
Para ese examen conviene tener en cuenta los siguientes aspectos, en los cuales, si se incurre o se han cometido, no se puede recibir la Eucaristía:
- Haber faltado a misa un día de precepto sin razón.
- Haber tenido sexo sin estar casado/a o estándolo, habiéndolo tenido con otra persona (adulterio), o haber realizado actos impuros (masturbación).
- No haber confesado durante más de un año.
- Usar métodos de control de la natalidad.
- Ayudar, esponsorizar o divulgar por cualquier método o sistema el aborto o la destrucción de embriones.
- Asesinato.
- Sentir odio o ira.
- Lujuria.
- Orgullo, avaricia, pereza, envidia...
Estos puntos son simplemente orientativos, y dependiendo de la gravedad de otros pecados tampoco podemos ir a Comulgar, por eso se recomienda examinarse cada uno antes de acercarse al altar para recibir la Comunión.
Y es que, como San Francisco de Asís decía, si estando en pecado mortal al que hemos incurrido solamente "por cumplir", por satisfacer a este mundo o por engañarnos con sus vicios y pecados, nos sorprende la muerte, ya nadie nos podrá rescatar porque "donde caiga el árbol, ahí quedará". Y el infortunado será víctima y esclavo de los demonios por la eternidad:
Ven y conocen, saben y hacen el mal, y ellos mismos, a sabiendas, pierden sus almas. Ved, ciegos, engañados por vuestros enemigos, por la carne, el mundo y el diablo, que al cuerpo le es dulce hacer el pecado y le es amargo hacerlo servir a Dios; porque todos los vicios y pecados salen y proceden del corazón de los hombres, como dice el Señor en el Evangelio (cf. Mc 7,21). Y nada tenéis en este siglo ni en el futuro. Y pensáis poseer por largo tiempo las vanidades de este siglo, pero estáis engañados, porque vendrá el día y la hora en los que no pensáis, no sabéis e ignoráis; enferma el cuerpo, se aproxima la muerte y así se muere de muerte amarga. Y dondequiera, cuando quiera, como quiera que muere el hombre en pecado mortal sin penitencia ni satisfacción, si puede satisfacer y no satisface, el diablo arrebata su alma de su cuerpo con tanta angustia y tribulación, que nadie puede saberlo sino el que las sufre. Y todos los talentos y poder y ciencia y sabiduría (2 Par 1,12) que pensaban tener, se les quitará (cf. Lc 8,18; Mc 4,25). Y lo dejan a parientes y amigos; y ellos toman y dividen su hacienda, y luego dicen: Maldita sea su alma, porque pudo darnos más y adquirir más de lo que adquirió. Los gusanos comen el cuerpo, y así aquéllos perdieron el cuerpo y el alma en este breve siglo, e irán al infierno, donde serán atormentados sin fin. (San Francisco de Asís).
De manera que recuerda, el confesionario está siempre abierto, especialmente para aquellos en estado de pecado mortal.
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