Pocas veces se habla y, cuando se toca este tema, se suele pasar por él de refilón. Me refiero a la soledad del cristiano en el mundo de hoy. Obviamente no al cristiano que vive en comunidad, como monjas y sacerdotes, sino a los cristianos consagrados, de terceras órdenes o a los seglares "corrientes" en un mundo tan secularizado y descreído como el que vivimos.
Por desgracia, tampoco la Iglesia ha sabido afrontar muy bien esta problemática, y sus grupos parroquiales y servicios diversos la mayoría de las veces no contemplan esta realidad ni la tienen en cuenta.
Es cierto que el cristiano, en la mayoría de épocas, tuvo que enfrentarse a no pocos retos en sociedades, en muchos casos, difíciles e incluso peligrosas para vivir su fe. Ante esto los cristianos se reunían en comunidades y grupos, para compartir la eucaristía y sus creencias, y donde encontrar hermanos en una misma fe.
Y es que el simple hecho de ser cristiano en muchas ocasiones, queriéndolo o sin querer, "nos aparta", nos margina en cierto sentido y muchos se ven acomplejados de tal manera que hasta llegan a plantearse el hecho de renunciar a lo que creen o, en otros casos, de ocultarlo. Si deciden no hacerlo se encuentran en una incomprensión absoluta que les lleva a permanecer casi recluidos del trabajo a casa y de casa a la iglesia, con poca o nula vida social. El problema añadido es que en su parroquia hasta en los mismos grupos encuentran incomprensión, críticas, divisiones y conflictos los cuales, precisamente por ser cristianos, tratan de evitar. Al final se parecen más a pequeñas islas independientes que viven su fe intentando no "rozar" con nadie para no crear polémicas entre sacerdotes, grupos seglares, y amigos o conocidos laicos.
Éste es un tema bastante importante y en el que se debería reflexionar más desde los estamentos eclesiales. Los oratorios, y los grupos de oración en general, son sin lugar a dudas una buena respuesta, puesto que ofrecen una solución en donde el centro de la oración es el Señor, sin interferir con cuestiones "mundanas" que crean tanta división y dificultades entre las diferentes corrientes de pensamiento.
Sería bueno, por lo tanto, que las comunidades parroquiales impulsaran grupos de oración en los cuales todos sus participantes pudieran aportar sus necesidades y peticiones para la oración en común, tal como nos lo decía el Señor que "donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mateo 18:20). Estaría bien aprovechar el rezo del santo rosario que se realiza en muchas parroquias para añadir una sección de este tipo, o parecida. De esta manera se enriquecería ese tiempo de oración, haciéndolo más abierto, y se reduciría ese sentimiento de "soledad acompañada" o aislamiento que, desgraciadamente, viven cada día más número de cristianos.
| Redacción: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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