Semana en el Oratorio

Mes de febrero, mes del Amor

15.2.19

Oración para la Hora de Guardia u Hora de Adoración


¡Oh misericordiosísimo Jesús, abrasado en ardiente amor de las almas!, yo os suplico, por la agonía de vuestro Sacratísimo Corazón y por los dolores de vuestra Inmaculada Madre, que purifiquéis con vuestra preciosísima Sangre a todos los pecadores de la tierra, y en particular, aquel por cuya salvación yo hago esta Hora. Sumergidnos a todos, oh Jesús, en el océano de vuestra misericordia.

Padre Santo, recibid en sacrificio de propiciación por las necesidades de la iglesia, en reparación de los pecados de los hombres, y por la conversión de - puede decirse un nombre -, la preciosísima Sangre y Agua salidas de la Herida del divino Corazón de Jesús, y tener misericordia de nosotros.




¡Parce Dómine! Perdonad, Señor, perdonad a la pobre alma por quien os suplico, a fin de que, arrancada del abismo, cante eternamente vuestras misericordias. ¡Misericordias Domini, in aeternum cantabo!

Jesús, Salvador del mundo, oídme; todo os es posible, menos el dejar de compadeceros de los miserables. Amén.

- Repetir a menudo:

¡Jesús mío, misericordia! (Esta oración tiene 100 días de indulgencias).

Madre de misericordia, ruega por nosotros.

Buen Ladrón, trofeo de la gracia del Corazón de Jesús, que oíste de su adorable boca este dulcísimo perdón: "hoy estarás conmigo en el Paraíso", ruega por nosotros.

Los desgraciados pródigos que Jesús ama tanto, te alaben, Padre Eterno, un día entre los santos.

"Los pecadores hallarán en mi Corazón el Manantial y el Océano infinito de la misericordia". (Nuestro Señor a Santa Margarita María).

"Mi divino Salvador me ha asegurado que por la devoción a su Sagrado Corazón, quería arrancar del sendero de la perdición un gran número de almas, que Satanás creía poseer ya". (Santa Margarita María).

"No hay nada más precioso en el mundo que un alma; aunque hubierais distribuido a los pobres sumas inmensas, no podría ser comparada esa acción a la de aquel que haya convertido una sola alma a Dios". (San Juan Crisóstomo).

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