Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

15.6.18

El combate espiritual: Meditar sobre la Pasión del Señor


- De la oración por vía de meditación. -

Si quieres detenerte por algún tiempo en este santo ejercicio de la oración, como por media hora o por una hora entera, añadirás la meditación de la vida y pasión de Jesucristo, aplicando siempre sus santísimas acciones a la virtud que deseas adquirir.

Por ejemplo, si deseares obtener la virtud de la paciencia, medita algunos puntos del misterio de los azotes.

El primero, cómo después de haber dado Pilato la sentencia, fue el Señor arrebatado con violencia por aquellos ministros de iniquidad, llevado con gritos y baldones al lugar destinado para la flagelación.




El segundo, cómo con impaciente y apresurada rabia lo despojaron aquellos crueles verdugos de todos sus vestidos, quedando descubiertas y desnudas a la vista de aquel ingrato pueblo sus purísimas carnes.

El tercero, cómo aquellas inocentes manos, instrumentos de su piedad y misericordia, fueron atadas a una columna con ásperos cordeles.

El cuarto, cómo aquel sagrado y honestísimo cuerpo fue azotado por los verdugos con rigor tan inhumano, que corrió su divina sangre por el suelo, rebalsándose en muchas partes con abundancia.

El quinto, cómo los golpes continuados y repetidos en una misma parte aumentaban y renovaban sus llagas.

Mientras meditares sobre estos puntos u otros semejantes, propios para inspirarte el amor de la paciencia, aplicarás primeramente tus sentidos interiores a sentir con la mayor viveza que pudieres los dolores incomprensibles que sufrió el Señor en todas partes de su sacratísimo cuerpo, y en cada una en particular.

De aquí pasarás a las angustias de su alma santísima, meditando profundamente la paciencia y mansedumbre con que sufría tantas aflicciones, sin que jamás se apagase aquella ardiente sed que tenía de padecer nuevos tormentos por la gloria de su Padre, y por nuestro bien.

Considéralo, después, encendido de un vivo deseo de que tú sufras con gusto tus aflicciones y mira, cómo, vuelto a su eterno Padre, le ruega que te ayude a llevar con paciencia, no solamente la cruz que entonces te aflige, sino todas las demás que quisiere enviarte su providencia.

Movida de estas tiernas y piadosas consideraciones, confirma con nuevos actos la resolución en que estás de sufrir con ánimo paciente cualquiera tribulación.

Después, levantando tu espíritu al Padre eterno, dale rendidas gracias por haber enviado al mundo a su unigénito Hijo, para que padeciese tan crueles tormentos, y para que intercediese por ti: pídele, en fin, que te conceda la virtud de la paciencia por los méritos e intercesión de este divino Redentor.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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