La Frivolidad es hija de la Ligereza y de la Veleidad.
La Vanidad y la Vanagloria, forman su atmósfera, y la Instabilidad es su centro.
Vive el alma frívola en un vaivén de volubles y vanas pretensiones, que jamás la llenan ni satisfacen: vive en un vacío que la sociedad mundanal le produce, porque ese cúmulo de efímeros placeres no son lo que Dios creó para llenarla y satisfacerla.
Las almas frívolas saltan de flor en flor, cual mariposa, sin conseguir agradar, ni agradarse; satisfacer, ni satisfacerse; pasan una vida vana y desgraciada, siendo el juguete de Satanás y de los vicios.
La Inconstancia es el apoyo del alma frívola, y la Imaginación la hace su presa, presentando ante su vista horizontes dorados que jamás se acercan e ilusiones rosadas que presto se desvanecen como el humo.
¡Pobres almas a quienes lleva en sus brazos la Frivolidad! ¡Jamás se cimentarán en la solidez de la vida espiritual, porque el terreno que pisan, siempre es deleznable, y expuesto a los más terribles hundimientos! ¡Nunca a las almas frívolas les agrada el santo Reposo, la Tranquilidad y la Paz: ellas buscan el ruido, huyen del Recogimiento y del Silencio, únicas fuentes en donde pudieran apagar su sed! Pero, traidoramente engañadas por Satanás, corren fascinadas tras el brillo del oropel del mundo infame que las seduce en sus vanos y emponzoñados encantos, para arrojarlas después en la fría realidad de un escepticismo refinado, y de ahí a un infierno eterno.
¡Desgraciadas las almas que llevan en su seno la Frivolidad!
¡Si no abren los ojos, si no se detienen en la impetuosa corriente que las arrastra, se estrellarán más tarde sin remedio!
El veneno de la Frivolidad y de otras muchas virtudes es la Disipación, pero es un veneno lento, que al principio conserva a las almas y las fortalece, vigorizándolas al parecer, para después matarlas sin remedio.
¡Y el mundo está lleno de almas frívolas, y de ellas se compone la mayor parte!
¿Cuál es el remedio de la Frivolidad? -La Cruz.
Ella es el pulso en el cual se conoce a las almas frívolas.
Las que rehuyen, la temen y aún la odian llevan muy hondamente arraigada la Frivolidad.
Se conoce también luego a las almas frívolas en el hablar, en el vestir y en todos sus detalles.
No pasa desapercibida la Frivolidad, ni aún a los ojos más profanos.
Gusta mucho el alma frívola de la Murmuración en todas sus fases, de la Sensualidad en todas sus acepciones, de la Mentira, de la Curiosidad, y de otra multitud de vicios semejantes.
Sólo cura la Frivolidad, la reforma total del alma por medio de la crucifixión propia y la práctica constante de la humillación y el Vencimiento, unido con el Desprecio propio, y el Aborrecimiento mundanal.
Pocas, sin embargo, con las almas frívolas que llegan a curarse, y menos aún a curarse del todo, pues que sería preciso hacerlas de nuevo; pero las que toman las armas de las virtudes varonilmente, se hacen guerra sin consideración ni piedad, éstas triunfarán de sí mismas y del Mundo, Demonio y Carne, con su constancia alcanzando la corona de la victoria. Estas almas que así luchan y vencen, generalmente son las que me dan más gloria.
También en las Religiones hay Frivolidad, y Frivolidad espiritual, que consiste en un indeterminado deseo de pueriles aspiraciones sin fundamento ni fin, de virtudes figuradas, y de ficticia perfección.
Estas almas, que andan volando en el éter de la fingida santidad, llevan consigo a la Frivolidad espiritual con el inseparable séquito de los vicios que la acompañan.
En esas Religiones despliega sus alas Satanás, en el campo extenso de la Frivolidad espiritual.
Se toma ahí la virtud de nombre, adorándola con mil hipócritas galas y Soberanía finísima: encubriendo la superficie de toda la Religión, a veces, y no tan sólo a Religiosas determinadas.
La Frivolidad se infiltra hasta en lo más santo, y también en la virtud misma.
¡Cuánta virtud vana y frívola existe en las Comunidades!, y es más incurable la Frivolidad de los Claustros que la del Mundo; porque ésta con una reacción total de las almas se mata; pero aquella, como muy fina espiritualmente, ha hechado sus raíces, aunque torcidas, y es difícil de cortarlas.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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