Semana en el Oratorio

Mes de febrero, mes del Amor

20.5.18

El combate espiritual: Huir del mundo estando en el mundo


- De algunos avisos importantes para mortificar las pasiones y adquirir nuevas virtudes. -

Aunque te he dado diferentes documentos y reglas para enseñarte el modo de vencerte a ti misma, y de adornarte de las virtudes, todavía quiero añadir en este lugar algunas advertencias importantes.

Primeramente, si quieres llegar a una sólida piedad, y adquirir un perfecto dominio de ti misma, no te aficiones o inclines a aquellos ejercicios espirituales que tienen determinados los días de la semana, esto es, un día para una virtud, y otro para otra.

El orden que debes observar es, entrar desde luego a combatir las pasiones que te hubieren hecho más cruda guerra, y que más te afligen y te atormentan al presente; y trabajar al mismo tiempo con todas tus fuerzas en adquirir en un grado eminente las virtudes contrarias a estas pasiones predominantes pues, si llegares a poseer estas virtudes, adquirirás con prontitud y facilidad todas las demás; porque las virtudes se hallan de tal suerte unidas y eslabonadas entre sí, que basta poseer una perfectamente para obtenerlas todas.




Lo segundo, no te prescribas ni te propongas jamás tiempo determinado para adquirir una virtud.

No digas: "yo emplearé tantos días, tantas semanas, tantos años"; mas como un nuevo soldado que no ha visto todavía la cara del enemigo, combate y pelea siempre; y con continuas victorias procura abrirse camino a la perfección.

No te detengas ni estés un solo momento sin hacer algún progreso en dicho camino; porque parar en él, no es tomar aliento, fuerza o descanso, sino volver atrás, y quedar más flaco y cansado.

Por parar o detenernos en el camino de la virtud, entiendo yo el persuadirnos de que hemos llegado ya al colmo de la perfección, y el hacer poco caso así de las ocasiones que nos convidan y llaman a nuevos actos de virtud, como de las faltas ligeras.

Por esta causa conviene que seas fervorosa, y solícita para no perder la menor ocasión que se te presentare de ejercitar la virtud. Ama, pues, y abraza de todo corazón las ocasiones que inducen a ella, principalmente cuando se hallan acompañadas de alguna dificultad; porque los esfuerzos que hicieres para vencerla, formarán en breve tiempo, y establecerán en tu alma los hábitos virtuosos.

Ama también a los que te presentan estas ocasiones, y solamente procurarás huir con velocidad y presteza de las que puedan inducirte a las tentaciones de la carne.

Lo tercero, serás prudente, discreta, y moderada en las virtudes cuyo ejercicio puede causar daño al cuerpo; como son las disciplinas, cilicios, ayunos, vigilias, meditaciones y cosas semejantes; porque estas virtudes se han de adquirir poco a poco y por grados, como luego diremos.

En las demás virtudes que son puramente interiores, y consisten en amar a Dios, en aborrecer el mundo, en menospreciarte a ti misma, en detestar el pecado, en ser dulce y paciente, y en amar a tus enemigos; no es necesario guardar medidas y reglas para adquirirlas, ni subir por grados a su perfección, antes deberás esforzarte a producir y ejercitar los actos en el modo más excelente y perfecto que te sea posible a cada momento.

Lo cuarto, dirige todos tus pensamientos, todos tus deseos y todos tus cuidados a vencer la pasión que combates, y a adquirir la virtud contraria. Esta victoria ha de ser todo tu amor y todo tu tesoro, mirándola como la cosa más ventajosa para ti, y más agradable a Dios.

Si comes o ayunas, si trabajas o descansas, si velas o duermes, si estás en casa o fuera de ella, si te dedicas a la vida contemplativa o a la activa; no has de tener otro fin que el de vencer esta principal pasión, y el de adquirir la virtud contraria.

Lo quinto, aborrece generalmente todos los placeres y comodidades del cuerpo; pues de este modo no te combatirán, sino muy flacamente, los vicios, los cuales reciben todo su vigor y fuerza de los atractivos del deleite.

Pero si al mismo tiempo que te ocupas en hacer guerra a algún vicio o deleite particular, buscas otros placeres terrenos, sabe, hija mía, que aunque estos placeres no sean sino culpas ligeras, no obstante será siempre duro y áspero tu combate, y muy incierta y dudosa la victoria.

Procura tener siempre muy presentes estas palabras de la Escritura: "Qui arnat animam suam perdet eam, et qui odit animam suam in hoc mundo, in vitam aeternam custodit eam" (Joann, X 25), "el que ama su alma la perderá; mas el que aborrece su alma en este mundo, la conservará para la vida eterna". Y estas otras: "Debitores sumus non carni, ut secundum carnem vivamus: si enim secundum carnem víxeritis, moriemini: si autem spiritu facta carnis mortificaveritis, vivetis" (Rom. viii, 12, 13). ("Nosotros no somos esclavos de la carne para vivir según la carne: porque si viviereis según la carne, moriréis; mas si por el espíritu hiciereis morir los hechos de la carne, viviréis").

Por último, hija mía, será conveniente, y por ventura necesario, que hagas una confesión general con todas las disposiciones que se requieren para asegurarte más una perfecta reconciliación con Dios, que es la fuente de los auxilios y gracias, el autor de las victorias, y el distribuidor de las coronas.

Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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