Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

30.1.24

Oración de conclusión a la Santísima Virgen y al ángel de la Guarda



Gracias os doy también, Madre mía santísima del Carmelo, por vuestra asistencia poderosa en favor de este tan indigno pecador. Pues sabéis, no obstante, que deseo sinceramente santificarme más y más, continuad, Señora, con vuestro patrocinio amoroso, y dignaos constituiros depositaria y conservadora de los buenos propósitos que me inspira [me ha inspirado] la Divina Misericordia.

Vos, así mismo, ¡ángel mío!, recibid mi homenaje y no os canséis de protegerme y guardarme, dirigiendo mis pasos y llevándome por la senda hacia el Padre, que con el Hijo y el Espiritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.


Nota: Esta oración también se puede realizar como colofón a la Oración de Conclusión, después de la meditación u/y oración mental, como finalización a la misma.


29.1.24

Oración de conclusión



Yo os bendigo humildemente, Padre celestial, Padre de mi Redentor. Yo os bendigo y os rindo fervorosísimas acciones de gracias, por las que os habéis dignado dispensarme [añadir, si se realiza la oración tras la meditación: durante la meditación que acabo de hacer] no obstante mi indignidad, que reconozco y confieso.

Perdonadme, ¡Dios de todo consuelo!, cuantas faltas haya cometido, por esa misma mi profunda miseria, y permitidme ofreceros las santas resoluciones que me inspiráis [que me habéis inspirado], suplicándoos por los méritos de vuestro Hijo divino, seáis servido darme los auxilios de vuestra gracia para cumplirlas fielmente.

¡Oh Luz Eterna, que superáis infinitamente a todas las luces creadas!, alumbradme desde vuestro celestial trono, y que vuestros vivificantes rayos, penetrando hasta el fondo de mi alma, la purifiquen, la regocijen, y la hagan templo de vuestro santo amor, a fin de que resuenen en ella perpetuamente las alabanzas y las bendiciones hacia Ti, Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, a cuya gloria única todo debe ser dedicado, por los siglos de los siglos.

Amén.


Nota: Esta oración es muy útil para realizarla después de la meditación u/y oración mental, como finalización a la misma.


28.1.24

Oración a la bienaventurada Virgen María, y a nuestro ángel de la Guarda



Gloriosa Virgen María, que conservásteis y considerásteis continuamente en vuestro corazón las maravillas de la Gracia -la cual nos llegó a nosotros por vuestra fecundidad divina-, enseñadme a contemplar estos misterios y ayudadme en mis meditaciones, para que comprenda y sienta los beneficios de esa misma gracia y la enorme vileza de mis ingratitudes.

Y vos, ¡mi buen ángel de la guarda!, inspiradme y alcanzadme espíritu de devoción verdadera.

En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


Nota: también podemos aprovechar para encomendarnos a continuación a los santos y/o patronos de nuestra particular devoción.



27.1.24

Oración preparatoria para disponerse a estar en la presencia de Dios



Dios mío, creo firmemente que todo lo llenáis con vuestra presencia, y por consiguiente que estáis aquí, que me veis y me escucháis.

Me humillo ante Vos con profunda adoración, reconociéndome indignísimo de la honra de hablaros, y aún más de que os dignéis hablarle a mi alma -manchada por tantas culpas-. Pero, lleno de esperanza en vuestra misericordia infinita, os pido perdón de ellas pesándome el haberlas cometido, y clamando vuestro socorro para conseguir no volver a ofenderos más.

Yo os amo, mi Dios, pero aumentad en mí la fe y el amor hacia Vos, y suplid con vuestra bondad cuanto falte a mis disposiciones, a fin de que, por medio de la meditación y de la oración, aprenda a conocer vuestra voluntad, cumplir con mis deberes, satisfacer vuestros deseos en mí, y reparar mis culpas.

Estas gracias os pido por Jesucristo mi Redendor.

Amén.


Se concluye con la invocación al Espíritu Santo, para pedir su auxilio:

Venid, ¡oh Espíritu Santo! Encended mi corazón en vuestro santo fuego, y alumbrad mi entendimiento con la luz de vuestra verdad.



Nota: Esta oración es muy útil y recomendable para la práctica de la oración mental, diciéndola al inicio de la misma, en la fase de Preparación.


26.1.24

Método resumido sobre la forma de realizar la oración mental



La oración mental es una elevación y aplicación del espíritu y del corazón hacia Dios. Consta de tres partes:

- Preparación.
- Meditación.
- Conclusión.

Preparación.
La Preparación consiste en disponerse interiormente para el gran acto de la oración, por medio de algunos instantes de recogimiento.

Luego hay que ponerse en la presencia de Dios por un acto de fe, y rogarle se digne aceptarnos ante su divina majestad, supliendo con su misericordia lo que falte a nuestras disposiciones.

Se invoca fervorosamente al Espíritu Santo; se pide su asistente a la bienaventurada Virgen María, y después se lee detenidamente el asunto sobre el cual se quiere meditar.

No es, empero, de absoluta necesidad el realizar dicha lectura, pues aún sin el auxilio de un libro o de un texto puede uno escoger su asunto y representárselo vivamente. Por ejemplo: queriendo meditar sobre la muerte, me imagino hallarme ya en la última enfermedad, próximo al temible trance de la partida. O si me propongo que la meditación sea sobre la crucifixión del Señor, procuro transportarme con el pensamiento al monte Calvario, para formarme un cuadro de lo que allí pasó. Me represento al divino Redentor tendido sobre la cruz, a los verdugos inhumanos que se disponen a clavarlo en ella, a la santa Madre presenciando el sangriento espectáculo, a los soldados y el populacho burlándose, etc. etc.

25.1.24

Oración para alcanzar gracias (compuesta por Santa Gemma Galgani)



Aquí me tenéis postrada a vuestros pies santísimos, mi querido Jesús, para manifestaros en cada instante mi reconocimiento y gratitud por tantos y tan continuos favores como me habéis otorgado, y que todavía queréis concederme.

Cuantas veces os he invocado, ¡oh Jesús!, me habéis dejado siempre satisfecha; he recurrido a menudo a Vos, y siempre me habéis consolado.

¿Cómo podré expresaros mis sentimientos, amado Jesús?

Os doy gracias..., pero otra gracia quiero de Vos, ¡oh Dios mío!, si es de vuestro agrado y para bien de mi alma (manifestamos ahora la gracia que se desea alcanzar).

Si no fuerais todopoderoso, no os haría esta súplica. ¡Oh Jesús!, ¡tened piedad de mí, y hágase siempre y en todo vuestra santísima voluntad!

Amén.

(Padrenuestro, Avemaría y Gloria).