Gloriosa Virgen María, que conservásteis y considerásteis continuamente en vuestro corazón las maravillas de la Gracia -la cual nos llegó a nosotros por vuestra fecundidad divina-, enseñadme a contemplar estos misterios y ayudadme en mis meditaciones, para que comprenda y sienta los beneficios de esa misma gracia y la enorme vileza de mis ingratitudes.
Y vos, ¡mi buen ángel de la guarda!, inspiradme y alcanzadme espíritu de devoción verdadera.
En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Nota: también podemos aprovechar para encomendarnos a continuación a los santos y/o patronos de nuestra particular devoción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario