Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

30.8.21

Luces Matutinas: 19. Jesucristo en el cielo. Invócale



Hijitos míos!" - nos escribía San Juan -, "esto os escribo para que no pequéis. Mas si alguno peca, tenemos un abogado junto al Padre, a Jesucristo, el Justo". "Porque" - añade San Pablo, - "como permanece para siempre, tiene el sacerdocio eterno, y puede salvar perfectamente a cuantos por él se acercan a Dios, puesto que siempre está vivo para interpelar por nosotros".

Jesucristo es, pues, en el cielo nuestro continuo mediador. Por Él viene el Padre a nosotros, y por Él iremos nosotros al Padre, si hemos de ir. Por Él sube la oración y viene toda gracia y todo perdón.

Allí es Él nuestra cabeza, el Rey de todos los cristianos, el Sacerdote de toda la Iglesia, desde allí nos ve a todos sus vasallos los cristianos, nos bautiza, nos absuelve, nos comulga, nos administra todos los sacramentos asistiendo invisible al ministro visible, nos enseña asistiendo al Papa y a su Iglesia, nos sostiene en nuestras persecuciones, nos prepara la corona, o el castigo..., nos da su gracia. Él es nuestro abogado general en el cielo.

Todos los cristianos somos sus vasallos, por lo que debemos:

- Creerle cuando nos enseña por la Iglesia.
- Profesarle sin vergüenza ni respetos humanos.
- Adorarle como a verdadero Dios, Hijo de Dios.
- Obedecerle como a Nuestro Señor y salvador, Jesucristo.
- Invocarle como a nuestro general abogado.
- Respetarle como a nuestro futuro Juez.
- Esperarle como a nuestro remunerador.

Y sobre todo, ¡amarle! ¿Qué seríamos nosotros y de toda la sociedad sin Nuestro Señor Jesucristo? Decía San Pablo: "si alguno no ama a Nuestro Señor Jesucristo, maldito sea".

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Luces Matutinas: 18. Jesucristo en el Sagrario. Cómelo



¿Para qué se ha quedado Jesucristo en la Eucaristía? Para ser tu alimento y darte fuerzas para cumplir su deber.

"Yo soy el pan de vida. El que me come vivirá por mí".

¿Quieres vivir? Comulga. ¿Quieres vivir robusto? Comulga mucho. ¿Quieres tener fuerzas para ser un buen cristiano? Comulga muchas veces.

Y, ¿por qué no todos los días? El Papa quiere, la Iglesia quiere, Jesucristo quiere que comulgues todos los días. ¿Es que tú no quieres? Pues no te quejes si después tienes pocas fuerzas cristianas, puesto que comes poco pan cristiano.

"Por eso" - decía San Pablo, - "hay entre vosotros muchos enfermos, muchos débiles, muchos que duermen".

Por eso, diré yo también, hay tantos cristianos débiles, cobardes, tibios, durmientes, porque no comulgan. Comulga mucho para que se te pegue el espíritu de Cristo.

Visita también a menudo, al menos todos los días una vez, algún sagrario, y habla en ese tiempo un poco con Jesucristo de tus cosas, de tu alma, de tu familia, de tus negocios, de tu temor, de tu esperanza, de tus desengaños. El que está en el sagrario es tu padre, tu amigo, tu señor, tu Dios. Te remediará, o te animará, o te consolará, o te tranquilizará, o te asegurará. ¿Piensas que esto es sólo para beatas?

Oye misa. No tendrás devoción mejor. La misa, y sobre todo con la comunión es, sin comparación, la mejor devoción de un cristiano. Cristo nos ganó infinitas gracias en la cruz, pero estas gracias se nos aplican a cada uno según nuestras obras y en los sacramentos. Y en ninguna obra, en ningún sacramento, tanto como en la misa y comunión.

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29.8.21

Luces Matutinas: 17. Jesucristo en la cruz. Abrázale



¡Oh, ardoroso cristiano! Aquí tienes que bajar tu cabeza. ¡Mira a un Crucifijo! Si no lo tienes, cómpralo o mira una imagen. ¡Contémplalo bien!

¡Aquí acaban todas nuestras quejas! ¡Aquí se desvanece toda excusa! ¡Aquí empieza toda resignación! ¡Aquí se extingue toda concupiscencia! ¡Aquí se hunde toda ambición! ¡Aquí prende el amor!

¿Padeces? ¡Consuélate! ¿No padeces? ¡Avergüénzate! ¿Vas a padecer? ¡Prepárate! ¿Has padecido? ¡Alégrate! ¿No quieres padecer? ¡Apártate!

¿Cual es, sino, la señal del cristiano? La señal del cristiano es la Santa Cruz. Y tú, ¿llevas la Santa Cruz?

Oye a Cristo Jesús: "El que quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame".

Oye a San Pablo: "Los que son de Cristo han crucificado su carne con sus vicios y concupiscencias. La cruz es el escándalo para los judíos, la necedad para los gentiles, pero para nosotros, los llamados, es la sabiduría y fuerza divina".

Dice San Juan Crisóstomo: "La cruz nos enseña cuánto amaba Dios a los hombres, pues más quiso ser amado que temido".

Dice San Juan Apóstol: "Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo unigénito".

Dice San Pablo: "Jesucristo me amó y se entregó a sí mismo por mí".

Dice San Agustín: "¡Señor! Más me has amado a mí que a ti, pues no has dudado en morir por mí".

Padece tú también todo cuanto tengas que padecer para ser cristiano. De todos modos tienes que ser crucificado o con Cristo - si cumples tu deber -, o con el buen ladrón - si no lo has cumplido y quieres aún seguir a Cristo -, o con el más ladrón - si te obstinas en pecar -. La mejor cruz es, pues, la de Cristo.

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28.8.21

Luces Matutinas: 16. Jesucristo en el taller. Imítale



Mira a ese joven que crece en Nazaret, y habiendo venido a darnos ejemplo de actitudes, pasa una vida común y oscura en el oficio de carpintero. Gran ejemplo nos da desde ese taller, aunque no sabemos de él más que tres rasgos:

- Rasgo 1º. Era sujeto a sus padres. Obedecía. ¿Eres niño? Obedece como Jesús a tus padres. ¿Eres adolescente? Sigue obedeciendo y no sacudas el yugo hasta que sea voluntad de Dios. ¿Muere tu padre y quedas hijo de la viuda, como Jesús? Obedécela, hónrala, susténtala. De todos modos, sea como fuera, algún superior tendrás. Aprende de Jesucristo a obedecer.

- Rasgo 2º. Trabajaba de carpintero. Trabaja tú también; estudia, aprende un oficio, sé laborioso, no seas de los que en este mundo comen el pan de balde. ¿Necesitas para comer? Trabaja para ti. ¿No necesitas trabajar para comer? Tampoco lo necesitaba Dios; trabaja para comer con honra, trabaja para otros. ¡A cuántos podría aprovechar tu trabajo material o intelectual!

- Rasgo 3º. Progresaba en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres. Deber es del hombre progresar y perfeccionarse en cuerpo y en alma. En salud y en fuerzas corporales, en discrección, entendimiento y discurso, en virtud y en santidad. Así crecía Jesús y cada día se presentaba más perfecto, y siempre modelo de su edad. Niño perfecto, adolescente perfecto, joven perfecto, varón perfecto, mostrando cada día más perfección y sabiduría, haciendo cada vez, según era propio de la edad por que pasaba, obras más graciosas y más perfectas. En cada una de sus edades se podía decir: todo lo hace bien. Tal debemos hacer nosotros. Tomar la vida en serio, aprovechar el tiempo, crecer en perfección de todas clases a medida que avanza nuestra edad, servir para algo en el mundo.

- Rasgo final. Esto no impedía que Jesucristo fuese alegre, jovial, amigo, ni que hubiese en su casa dicha completa aún sin barullos mundanos.

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27.8.21

Luces Matutinas: 15. Jesucristo en la cuna. ¡Ámale!



¡Mira al mismo Dios hecho niño en un pesebre!

¿Para qué? Para hacerse más amable. Los pueblos cristianos han desfilado por Belén ante esa cuna, y nadie que haya tenido corazón ha dejado de amarle siquiera un instante. El capitán de Pamplona se imaginaba que se hacía esclavito, criadito del niño Jesús y de la Sagrada Familia para servirles.

Recoge tu mirada en ese punto, en ese niño; que no es mucho recojamos nuestra mirada donde Dios recogió su infinita majestad.

Mira cuántos ejemplos nos da:

- 1º. De cumplir la voluntad divina del Padre. Al entrar en el mundo dijo en su corazón según San Pablo: "No has querido víctimas, ni holocaustos. Pero me has formado a mí un cuerpo. Los holocaustos por el pecado no te han agradado. Así que he dicho: 'Aquí estoy yo, según está escrito de mí en el libro, para hacer tu voluntad'".

- 2º. De amor nuestro. Porque ahí está y se ofrece a cumplir la voluntad del Padre, por nuestro amor, por salvarnos y darnos la paz. Y así dicen los ángeles: "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad".

- 3º. De pobreza y desprecio del mundo. ¡Qué poco toma Dios para venir al mundo! Una cueva, un pesebre, unas pajas, unos pañales... ¿De qué nos quejaremos?

- 4º. De castidad y mortificación. Fíjate cómo ha escogido madre castísima y padre castísimo también. Además, carece de todo regalo de los sentidos: es de noche, les han rechazado en la posada, tiene frío, duerme sobre pajas...

- 5º. De obediencia y humildad. El Verbo calla. El omnipotente está impotente. El Dios se hace criatura, todo se lo tienen que hacer José y María, y él no hace más que dejarse llevar.

¿Para qué anhelamos tanto las riquezas, los regalos, los honores...?

Dios inmenso se hace niño pequeñito por mí.

Y nosotros, ¡ruines!, queremos hacernos dioses y que nos traten como dioses.

Mira, mira bien a ese Niño, y ámale.

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