"¡Hijitos míos!" - nos escribía San Juan -, "esto os escribo para que no pequéis. Mas si alguno peca, tenemos un abogado junto al Padre, a Jesucristo, el Justo". "Porque" - añade San Pablo, - "como permanece para siempre, tiene el sacerdocio eterno, y puede salvar perfectamente a cuantos por él se acercan a Dios, puesto que siempre está vivo para interpelar por nosotros".
Jesucristo es, pues, en el cielo nuestro continuo mediador. Por Él viene el Padre a nosotros, y por Él iremos nosotros al Padre, si hemos de ir. Por Él sube la oración y viene toda gracia y todo perdón.
Allí es Él nuestra cabeza, el Rey de todos los cristianos, el Sacerdote de toda la Iglesia, desde allí nos ve a todos sus vasallos los cristianos, nos bautiza, nos absuelve, nos comulga, nos administra todos los sacramentos asistiendo invisible al ministro visible, nos enseña asistiendo al Papa y a su Iglesia, nos sostiene en nuestras persecuciones, nos prepara la corona, o el castigo..., nos da su gracia. Él es nuestro abogado general en el cielo.
Todos los cristianos somos sus vasallos, por lo que debemos:
- Creerle cuando nos enseña por la Iglesia.
- Profesarle sin vergüenza ni respetos humanos.
- Adorarle como a verdadero Dios, Hijo de Dios.
- Obedecerle como a Nuestro Señor y salvador, Jesucristo.
- Invocarle como a nuestro general abogado.
- Respetarle como a nuestro futuro Juez.
- Esperarle como a nuestro remunerador.
Y sobre todo, ¡amarle! ¿Qué seríamos nosotros y de toda la sociedad sin Nuestro Señor Jesucristo? Decía San Pablo: "si alguno no ama a Nuestro Señor Jesucristo, maldito sea".
| Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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