Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

1.3.21

Obligación de rogar por los difuntos. Testimonio



En el "Itinerario historial" del P. Andrade, de la Compañía de Jesús, pág. 472, leemos: "En la provincia de San Pablo de los frailes Descalzos del glorioso patriarca San Francisco, vivió un Religioso de muchas y buenas prendas, así de observancia y santidad, como de letras y prudencia, por las cuales le empleó su Religión en gobernar muchos años. Murió siendo Guardián, y pocos días después estando todos los Religiosos recogidos por la noche, entre ellos uno con quien había profesado estrecha amistad, vino al convento y tocó a su celda. A los golpes despertó el amigo que dormía, y el difunto le llamó por su nombre con voz baja y suave, diciendo: 'Hermano, no temas, que soy Fr. Martín tu amigo y Guardián difunto; vente a la iglesia a donde te quiero hablar y decir algunas cosas que a ti y a mí nos importan'".

"No dejó de pasar su sobresalto el buen amigo oyendo la voz de su Prelado difunto; temió como hombre y confortóse como buen Religioso, conociendo que era la voz de su amigo, y que sin la voluntad de Dios no podía hacerle daño alguno. Salió de su celda santiguándose y rezando el Credo; llegó al coro y tomó agua bendita, y el difunto le habló desde la iglesia con voz amigable y dijo: 'Entra, no temas, que yo también diré eso que vas rezando. No soy espíritu malo, sino tu Guardián a quien tanto quisiste'. Con estas palabras amorosas, y conociendo claramente su voz, y lo que más importa, animado del Señor, cobró ánimo y entró con aliento en la iglesia, en donde vio a su buen padre muy desaliñado y afectado, el rostro tiznado y con semblante sobremanera triste y melancólico".

28.2.21

Obligación de rogar por los difuntos



La caridad, que es hija de Dios, nos impone el deber de amar a nuestros semejantes, como miembros que somos de un mismo cuerpo místico cuya cabeza es Jesucristo. Entre los que vivimos en este mundo y los del Purgatorio existe una unión íntima que nos constriñe fuertemente, y no podemos prescindir de ella sin faltar a lo que a nosotros mismos nos debemos, puesto que el Evangelio dice que con la misma medida con que midiéremos a los demás, seremos también medidos.

En virtud de la comunión de los Santos, las almas del Purgatorio forman parte lo mismo que nosotros de la gran familia de Cristo, y como sus intereses nos son comunes, nuestras han de ser igualmente sus pérdidas y quebrantos, toda vez que en una familia bien regulada no puede darse que sufra un miembro sin que los demás se resientan.

27.2.21

¿Qué es mejor, orar por los vivos o por los difuntos? Testimonio (II)



Escribe Belarmino, que del sufragar a menudo las almas del Purgatorio, nos viene un lucro incomparable.

Y San Juan Damasceno añade que con los sufragios se da mucho a Dios, con gran beneficio. Pero mejor se oirá lo que el Divino Salvador dijo a Santa Gertrudis, según se lee en las Insinuaciones de esta Santa: "Esposa mía" - le dijo -, "aquel que se encuentra desnudo por la caridad que ha usado con las almas del Purgatorio, Yo lo cubriré con mis propias vestiduras; le concederé tanta gracia para obrar el bien, que podrá satisfacer a todo. Lo pondré en mi seno, como una madre a su hijo desnudo; lo cubriré con mis méritos, y obrando a favor de aquella ánima, se verá como sumergido en el mar de la misericordia, que soy Yo mismo".

¡Cuántos bienes se prometen a los devotos de las almas del Purgatorio!

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26.2.21

¿Qué es mejor, orar por los vivos o por los difuntos? Testimonio



En Roma sucedió que un predicador insigne dijo en el sermón haberse revelado a una persona, que Salomón después de padecer en el Purgatorio por espacio de dos mil y seiscientos años, había subido al cielo. (Lolmer, Biblioteca, tom. IV, página 78).

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25.2.21

¿Qué es mejor, orar por los vivos o por los difuntos?



Interesante por todo extremo es el tema que encabeza el presente capítulo, y sólo sentimos que los Escolásticos no lo hayan tratado, que sepamos, de propósito, para poder resolverlo con aquella plenitud de argumentos que los mismos suelen emplear en sus sapientísimas disquisiciones.

Diremos, sin embargo, lo poco que se nos alcance, a fin de que sepamos a qué atenernos en un punto de tanta importancia, dejando para otras plumas mejor templadas la labor ingrata de suplir nuestra mucha deficiencia. Trátase de averiguar si es mejor o más ventajoso el orar por los vivos o por los muertos; dificultad que para su mayor esclarecimiento podemos formular del siguiente modo: Si la obra de convertir a un pecador da mayor gloria a Dios que la de sacar a un alma del Purgatorio, o viceversa.