Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

18.2.21

Gratitud de las almas del Purgatorio



Es la gratitud un sentimiento por el cual nos consideramos obligados a corresponder al beneficio o favor que recibimos de otro. Importa tanto en el arancel de la misericordia divina la piedad que usamos con los necesitados, que por un triste vaso de agua que alarguemos a un sediento en nombre de Jesucristo, este benignísimo Señor nos ofrece un galardón del todo excesivo. Y si tal recompensa promete a lo que se hace por los vivos, ¿qué premio no dará al bien que se obra por los difuntos, mayormente si se atiende a que la sed o la necesidad de éstos es millares de veces mayor que la que podemos experimentar en este mundo?

Regla de justicia es que el agradecimiento debe guardar proporción con el beneficio recibido, y juntamente con la mayor o menor necesidad de quien lo recibe; y como quiera que el beneficio que a las pobrecitas almas se hace, implica un bien en cierto modo infinito, en razón a que con él las llevamos o aproximamos a Dios, y como la necesidad de las mismas ya no puede ser mayor, su reconocimiento a aquellos que les dispensan algún bien necesariamente ha de ser grande.

17.2.21

Consuelos de las almas del Purgatorio. Testimonio



Advierte que a las almas del Purgatorio las podrás aliviar fácilmente con Misas, oraciones y limosnas, acerca de lo cual dice Lucas Tudense, llamado con este renombre por haber sido obispo de Tuy, que en el convento de San Isidro de León, que es de Canónigos Regulares, murió un Religioso, el cual apareció a otro amigo suyo y le pidió Misas y sufragios para salir de sus penas, y entre otras cosas le dijo: "Te hago saber, que los domingos, días solemnes de fiesta y los que se dicen Misas por nuestras almas, muchos de los que estamos en el Purgatorio subimos a los sepulcros a donde yacen nuestros cuerpos, y por singular indulgencia y merced de Dios somos por aquel tiempo relevados de las penas que padecemos. Y si hallamos los sepulcros perfumados con incienso o rociados con agua bendita, es tal nuestro refrigerio como si entráramos en el descanso del paraíso".

Por la ley de la caridad, por ser las almas del Purgatorio amigas de Dios, y por tu propio interés, estás obligado a hacer aquella limosna, porque ni puedes darla mayor, ni que mejor se logre, ni a personas más beneméritas, ni más útil para ti, pues te dará Dios en este mundo ciento por uno y después la vida eterna; y ganarás tan fieles y buenos amigos, que están perpetuamente en el acatamiento del Señor rogándole por ti.

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16.2.21

Consuelos de las almas del Purgatorio (IV)



El cuarto consuelo de las almas, es el hacérseles más tolerable su lastimosa situación con el vehementísimo deseo que tienen de agradar a Dios, cueste lo que cueste; porque el amor que le tienen excede con mucho a todo otro sentimiento. Oigamos de nuevo a Santa Catalina: "Si un alma, no estando todavía enteramente purificada, fuese admitida a gozar de Dios, se consideraría gravemente injuriada, y su tormento excedería al de diez Purgatorios, puesto caso que la sería imposible soportar aquella excesiva bondad y exquisita justicia del Rey de los cielos". He aquí la razón del por qué las almas del Purgatorio están tan resignadas en aquel lugar.

Y hablando del amor que las almas tienen a Dios, prosigue diciendo aquella Santa: "Este amor infunde en el alma tal contentamiento, que no hay lengua que lo pueda expresar; contentamiento que no disminuye un ápice de la pena que está sufriendo. ¿Qué digo?, precisamente la tardanza que experimenta el amor en la posesión del Objeto amado, es la que produce semejante sufrimiento, el cual es tanto más terrible, cuanto mayor es la perfección del amor de que Dios le ha hecho capaz. En su consecuencia, las almas en el Purgatorio sienten a la vez el más inefable contentamiento, y el dolor más insufrible, sin que uno y otro lleguen a oponerse entre sí en lo más mínimo".

15.2.21

Consuelos de las almas del Purgatorio (III)



El tercer consuelo lo enseña de admirable modo Santa Catalina de Genova, en su Tratado del Purgatorio.

Dice así: "En cuanto a las almas del Purgatorio, siendo su voluntad enteramente conforme a la santa voluntad de Dios, gozan de una dulce tranquilidad. Este Dios comunicativo, se complace también en hacerlas participantes de su inefable bondad, porque estando libres de la culpa del pecado, y habiendo vuelto a la pureza primitiva, nada más hay en ellas que se le oponga. Digo que son puras de todo pecado, porque habiéndolos confesado con una contrición sincera antes de dejar la vida, Dios les perdonó generosamente la culpa, de modo que no les queda más que la mancha, o la marca, que ha de ser devorada por el fuego".

"Estando, pues" - continúa -, "exentas de toda culpa y unidas a la santa voluntad de Dios, lo contemplan más o menos claramente, según la luz que El les da; y si no disfrutan todavía de la visión intuitiva, ni el gozo que ella causa, a lo menos conocen el precio de aquel inestimable beneficio. Además, estas almas, a causa de la conveniencia que tienen con Dios, son muy aptas para la unión divina para la cual han sido criadas, y el instinto natural que Dios les da las lleva hacia El con tanta fuerza, que yo no sabría encontrar ni comparación, ni ejemplo, ni modo, para hacer entender su impetuosidad como mi espíritu la concibe".

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14.2.21

Consuelos de las almas del Purgatorio (II)



El segundo consuelo que deben tener las almas del Purgatorio, es el de la expiación. Para comprender cuál sea este consuelo, menester es haber sentido en sí mismo los dulces efectos que produce en el alma el verdadero arrepentimiento de haber ofendido á Dios, porque entonces es cuando se hace el debido aprecio y estimación de la divina justicia indignamente ultrajada; entonces es cuando el penitente, no contento con soportar cristianamente los infortunios y miserias inherentes a la vida, se vuelve además contra sí mismo llevado de una santa indignación, haciéndose ejecutor de la justicia del Eterno.

Este espíritu de expiación existe en el Purgatorio en un grado muy superior al de los penitentes de este mundo, y con esto se explica cómo aquellas almas, devoradas del deseo de expiar sus pecados, hallen consuelo en los más crueles suplicios.

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