Entre los bienes naturales ninguno conocemos que pueda compararse con la vida; éste es seguramente el mayor bien que hay en el mundo: por eso los hombres apetecen tanto el vivir largo tiempo, para lo cual casi siempre se hallan dispuestos a hacer cualquier género de sacrificios.
¡Cuántos, por conservar la vida han renunciado a toda su hacienda! ¡Y qué pruebas tan crueles no sufren muchos por recuperar la salud perdida! Abstinencias, dietas, amputación de miembros, medicinas hediondas y abominables, tratamientos dolorosos y sufrientes..., y otros mil nauseabundos y molestísimos remedios.