La Sujeción es una virtud muy rica en frutos espirituales. Es hija de la Obediencia y de la Humildad. Ella trae siempre consigo a su inseparable compañera la Paz. En la Sujeción reina la Tranquilidad porque el que obedece nada teme. Mas existen dos clases de Sujeción: una forzada y otra voluntaria. En la primera está el infierno, en la segunda la Paz del Espíritu Santo. Esta virtud de la Sujeción atrae al alma que la posee la virtud de inmenso valor, esto es, la Libertad del espíritu.
La Sujeción arrastra al alma a la santa Libertad. El alma que totalmente se encadena a la voluntad ajena es libre, y desde la tierra goza ya de un premio con sólo el cual galardono a los que se renuncian a sí para poseerme a Mí. El propio renunciamiento abre las puertas de las divinas Misericordias sobre el alma. ¡Oh, feliz sujeción la del hombre que le da la paz y la seguridad en sus actos!