"...y todo lo demás se os dará por añadidura", dice el Señor. San Ambrosio nos enseña que, conociendo el Señor nuestras necesidades, lo que tenemos que pedir en la oración es, sobre todo, nuestra santificación. Encargándonos nosotros de permanecer siempre y en todo momento (y en mitad de cada acontecimiento) fieles al Señor, de lo material se encargará Dios.
Esto, que parece sencillo, cuesta bastante aprender y mucho más aún poner en práctica. Precisamente me acordaba de ello al oír cómo una chica decía que, si un chico que le gustaba no le correspondía, se haría monja. Me llamó la atención tal hecho y le comenté que eso, ademas de ser una ofensa al Señor, dejaba en evidencia lo poco que le importaba. Que si de verdad amaba al Señor de tal forma y modo como para dedicarse a Él enteramente, tendría que elegirlo antes que a nadie, y no dejarlo como para un segundo plato, como para un "por si acaso".