"...y todo lo demás se os dará por añadidura", dice el Señor. San Ambrosio nos enseña que, conociendo el Señor nuestras necesidades, lo que tenemos que pedir en la oración es, sobre todo, nuestra santificación. Encargándonos nosotros de permanecer siempre y en todo momento (y en mitad de cada acontecimiento) fieles al Señor, de lo material se encargará Dios.
Esto, que parece sencillo, cuesta bastante aprender y mucho más aún poner en práctica. Precisamente me acordaba de ello al oír cómo una chica decía que, si un chico que le gustaba no le correspondía, se haría monja. Me llamó la atención tal hecho y le comenté que eso, ademas de ser una ofensa al Señor, dejaba en evidencia lo poco que le importaba. Que si de verdad amaba al Señor de tal forma y modo como para dedicarse a Él enteramente, tendría que elegirlo antes que a nadie, y no dejarlo como para un segundo plato, como para un "por si acaso".
Pero reconozco que a mí también me ocurrió algo parecido. En uno de mis trabajos, que lo llevaba de mala manera y con bastante desazón (y en el que encima no ganaba ni para subsistir), me propuse dejarlo y dedicar ese tiempo al Señor. Al principio me surgió como una idea, una posibilidad, pero luego me planteé llevarla a cabo seriamente. Y me propuse que, si llegaba a ganar tal cantidad de dinero, en cuanto consiguiese ese dinero, lo dejaría. Es otra forma de ponerle un condicionante al Señor, intentar "jugar con Él" y, aunque en mi caso no le reté, puede llegar a convertirse en algo tan peligroso como para ser un auténtico enfrentamiento. Una clara encrucijada, un intentar "poner contra las cuerdas" a Dios, o ponerlo contra la espada y la pared. ¡Dios nos perdone por no haber tenido en cuenta semejante atrevimiento! ¡Por haber tenido la cara, la desfachatez y la desvergüenza, así como la osadía, de plantarle cara a Nuestro Señor!
Lo primero que debemos tener en cuenta es que, si realmente queremos dedicarnos a Él o dedicar determinado tiempo (según nuestras posibilidades o nuestra disposición) lo hemos de hacer ya, sin pedirle ni exigirle nada a cambio. Hacerlo porque lo sentimos, porque le amamos y porque sale de nuestro corazón. No esperar a que Él nos dé los medios, sino confiar en Él ante todo y, en cuanto estemos "metidos en harina", Él mismo nos facilitará los medios según nuestras necesidades, su voluntad, y según quiera y desee guiar nuestra obra o nuestros actos. Debemos confiar más en Él y en su infinita misericordia.
Reconozco que personalmente antes temía tomar decisiones de este estilo. Me decía a mí mismo: "a dónde voy a ir yo, pordiosero y miserable, si no tengo ni para mí ni en dónde caerme muerto". Además de mi falta de fe, tenía muy poca confianza en Dios. Esperaba que él me dotara de los medios, de posibilidades, que resolviera mis problemas de salud, mis problemas de dinero, mis problemas de valentía, mis problemas de inconstancia..., y luego salir adelante con ello, dedicarme a la obra que, en su honor y para su gloria, sentía la necesidad y el fuego e ímpetu interior de realizar. Dudé, dudé y esperé, y no cambiaba nada.
Esperaba que Dios diera el primer paso cuando, en realidad, eres tú quien debes dar el primer paso, y arrojarte ciegamente en sus brazos. Confiar en Él y que, ocurra lo que ocurra, persecución, martirio, gloria o dolor, todo será para tu bien. Porque el cristiano no busca ni quiere nada de esta tierra, su esperanza, su premio y su motivación están en el más allá, en la vida verdadera, y eso es algo que debemos tener siempre muy claro. Clarísimo, cuando nos metemos en estas lides.
Esperar que Jesucristo nos ponga todo a pedir de boca y nos abra el camino es no tener fe en Él, es incluso duda de Él, incluso dudar de su existencia. Si los santos hubieran hecho eso, ninguno habría hecho nada o, al menos, no obras tan grandes como las que hicieron, porque aunque ellos estaban dando la cara y "sufriendo los tortazos", incomprensiones y vicisitudes, todo estaba sustentado por Dios. Era el Padre Eterno quien actuaba y obraba detrás.
No temas dar el primer paso, empezar a caminar por, hacia y para Cristo, Él te irá guiando luego y él hará que crezca tu obra, tu vida de fe, o tu decisión de consagrarte a Él. Ante todo, pues, busca el Reino de Dios. Lo demás se te dará por añadidura (Mateo 6:33). Y no quieras encontrar antes "lo demás" para luego ya tranquilamente ponerte a animar y buscar el Reino de Dios. No es así como nos lo dijo el Señor. No son así las cosas. Leemos en las Escrituras cómo Dios ponía a prueba a Abraham, y solo después le daba sus promesas y le ofrecía sus bendiciones. No es al revés como funcionan estas cosas, no es "dame las promesas primero, y cuando ya esté todo bien asentado, si eso, dame las dificultades". No son así las cosas. Confía en Dios primero, y Él responderá abundantemente a tu confianza. no con tesoros que la herrumbre y el tiempo consumen, sino con vida eterna. Con su gracia y presencia. Con el gozo de vivir siempre en su gloria. No hay mayor dicha que ésa, en éste o en otro mundo, porque recuerda: no nos ha prometido pasarlo bien aquí, eso es secundario, eso es insignificante, eso es vanal. Nuestra aspiración, nuestro punto de mira y meta, están en la Vida Eterna, y quien no entienda esto no ha entendido nada de lo que significa ser cristiano.
Ludobian de Bizance | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
El SEÑOR siempre pone a prueba los corazones de todos los que ama, castigándonos y reprendiéndonos si es preciso, para que no nos perdamos y para que nos perfeccionemos en el amor en Cristo Jesús.
ResponderEliminarMuchos Cristianos tienen FE, pero suelen fallar en el Amor, el Amor es tan importante ( 1º Corintios 13) como la FE y nos plantea una dimensión vital sobrehumana, al igual que la FE, pero el Amor en Cristo supone un reto sin precedentes (Mateo 5) para un humano pecador, por muy santo y perfecto que sea.
https://www.youtube.com/watch?v=cM2AymTZ8y0&t=6s