El Dominio propio es hijo del Vencimiento y una virtud muy necesaria e indispensable en la vida del espíritu. Consiste esta virtud en una perpetua lucha. La santidad no está en no tener pasiones, ya que el hombre es un compuesto de pasiones, y lleva en su mismo ser la guerra contra el espíritu.
La santidad pues, consiste en dominar a la rebelde naturaleza, sujetarla al espíritu.
La santidad crece a medida de la gracia y del trabajo del alma, venciéndose.