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El Desprecio propio es hijo de la Humildad y antagonista del Amor propio y de la Soberanía. Es una virtud muy alta, elevada y poco común. Es hermano de todas las virtudes guerreras. Su campo es toda la vida del hombre, su apoyo es la Generosidad, su gozo la Penitencia, su alimento y vida las burlas del inundo, las ingratitudes y befas.
El Desprecio propio no es medroso, sino que por sus venas corre, diré, la sangre de la Firmeza, de la Energía, de la Abnegación y de la Esperanza. Por lo mismo sale al encuentro de todo lo que puede humillarlo y avergonzarlo.