Amigos lectores: sin Nuestra Santa Madre María, no se llega a la Patria Celestial. Con su ayuda y su amparo podremos dejar lo malo, y abrazar lo bueno. Pues, queridos amigos, no llevamos de este mundo otra cosa que las obras; con esta proposición hemos de obrar, y meditar al menos un cuarto de hora (¡cuando tenemos tantos ratos desperdiciados en vanas tareas!), si es posible ante el Santísimo. Así, considerando las verdades eternas, que tanto nos han de importar, debe dolernos no tenerlas siempre presentes, pues es este el principal negocio al que debemos dedicarnos, que excluye en importancia cualquier otro, puesto que de esta memoria y su consideración pende una buena muerte.
Solo así podremos enfrentarnos ante el juicio de Dios, evitando penar para siempre en los infiernos, y escapar, o tener menos condena, en el Purgatorio. Y el gozar eternamente de Dios.