La libertad es la más grande aspiración del hombre, pero si se cambia en desorden, lo conduce al despeñadero, al plano inclinado de todos los vicios.
La Libertad bien entendida consiste en no tenerla, es decir, en la Sujeción y en la Obediencia. La Libertad en su origen divino, es muy buena si se lleva por el camino de la Rectitud pero como el hombre inclinado al mal, abusa de ella, la convierte en veneno para su alma. La Libertad mal entendida lo inclina a todos los vicios.
El hombre verdaderamente sabio, está sujeto a las leyes divinas, a las humanas y sociales rectas, y la moral es la norma de su conducta. El hombre espiritual que aspira a la perfección piensa más allá y busca las dulces cadenas de la Sujeción y de la Obediencia, y atándose con ellas es feliz, porque encuentra entonces el único tesoro que produce la felicidad, es decir la Paz.
Enajena lo que tiene de más grande que es la Libertad de acción y la Libertad de entendimiento, y con estas ataduras se desata, y al perder voluntariamente la Libertad, la alcanza.
¡Desgraciado del hombre libre que se mueve al viento de sus caprichos y pasiones, dando rienda suelta a todos sus vicios, sin encontrar en su camino el menor obstáculo que lo detenga! ¡Feliz el que, sujeto a la razón, a la Fe y a la santa Obediencia, pisa todo vano deseo y busca en todo la Voluntad divina para ponerla en práctica!
La Libertad humana que se olvida de Dios nace de la Soberbia, y tiende a la Impureza por los apetitos sensuales del hombre.
La Libertad divina nace de la Sujeción y de la Obediencia, y tiende a la Pureza por medio de la Limpieza de corazón y de la vida interna y espiritual.
La primera tiende al mundo y a la Disipación, y la segunda al Silencio y Recogimiento; la primera lleva al alma al campo de Satanás, la segunda al del Espíritu Santo. La humana encadena y esclaviza, la divina desata y da al alma la verdadera Libertad para volar al cielo.
Satanás tiende sus redes con estrategia admirable en este campo de la Libertad humana, y engaña traidoramente a miles de almas halagadas con su falso brillo. No, no es cierto que el hombre libre alcanza la felicidad, muy lejos se encuentra de ella el que es esclavo de sus vicios y pasiones.
La saciedad, el vacío y el remordimiento, siempre lo acompaña, aún en medio de sus mayores placeres.
El hombre delira por la Libertad; pues bien, la Libertad está en el Dominio y propio Vencimiento.
El hombre que llega a sujetar el espíritu a la razón y a la fe, que vive una vida divina y sobrenatural, que pasa tocando la tierra sin que ésta lo toque, que ni vive, ni piensa, ni se mueve, sino por la voluntad ajena, esa alma es la verdaderamente libre, la que ha roto sus grillos, la que sin impedimento vuela al cielo, la que ha alcanzado por estos medios la "Libertad de espíritu", la cual es la verdadera libertad de los santos.
¡Oh, qué hermosa es la Libertad de espíritu! Es la escalera instantánea que une el alma en cualquier lugar, en cualquier tiempo y a cualquier hora con su Dios y Señor.
Pero, esta Libertad de infinito precio, ¿en dónde creen que está? ¿Cuáles son los medios para adquirirla? En la Sujeción y la Obediencia, y no tan sólo para con el hombre, sino especialmente para con Dios por él representado.
La Sujeción a la Voluntad divina, trae la Paz al alma, y rompe las cadenas de la esclavitud.
Feliz el alma que llega a comprender y a distinguir estas dos clases de Libertad, la una que conduce al precipicio y a la desesperación y la otra que trae la Paz y la Unión con el Espíritu Santo.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com