Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

3.10.18

De las virtudes y de los vicios: Infidelidad



La Infidelidad es hija de la Inconstancia, aunque el veneno de la Infidelidad es más fino que el de la Inconstancia.

Ambos vicios proceden de la maldita Disipación que los engendró y continúa presentándoles su maléfica sombra.

La Infidelidad es la muerte del alma, porque el Espíritu Santo se aleja con sus Gracias y Dones del espíritu infiel. La Infidelidad es más culpable que la Inconstancia, porque la Inconstancia se refiere al trabajo en adquirir los bienes, y la Infidelidad se refiere a los bienes recibidos y alcanzados.




La Infidelidad se roza con la Ingratitud, y presupone gracias desperdiciadas y favores mal correspondidos. La infidelidad es una de las espinas con que más cruelmente lastima el hombre mi Corazón, porque las almas privilegiadas, a quienes he distinguido con mis gracias y con mi amor, la cometen. Por esto es precisamente por lo que me duele más su ingratitud, y ¡cuántas, cuántas de estas punzantes espinas recoge mi Corazón en las Religiones! ¡Ay, que no tienes idea de su número! Tú quítamelas, y que en el Oasis ya no las encuentre mi lastimado Pecho. Quiero un lugar de descanso en donde todo sea Pureza y Amor, Sacrificio y Dolor. Ya has visto el campo de miserias que existe aún entre los que se llaman míos. Basta, basta, ya (dice el Señor amoroso y conmovido), quiero descansar en mi Cruz de almas fidelísimas y puras, quiero tener un lugar en donde se goce mi Corazón, se le dé gloria a mi Padre, y se ame en espíritu y en verdad al Espíritu Santo.

¡Cuánta infidelidad existe en la vida espiritual! Sólo porque Soy el que Soy, Eterno y Santo, no me canso de las almas ingratas e infieles. La Disipación las arrastra a la Infidelidad, y una Infidelidad a otras mil, hasta concluir el alma por entibiarse y congelarse.
Más difícil es que se cure o resucite un alma muerta por la Infidelidad, que muerta por el pecado, porque el pecador con una gracia especial, generalmente se conmueve; mas el alma infiel que conoce y ha desperdiciado tantas gracias, no se conmueve ya, ni son capaces las gracias de moverla del sepulcro en donde culpablemente se ha encerrado. Además, un alma prevaricadora, me ofende más culpablemente, y con mayor magnitud que otra que jamás de tan íntima manera me ha pertenecido... La Infidelidad conduce a esto porque las Infidelidades se encadenan y muy rara vez se cortan los eslabones. Para esto se necesita una gran Energía.

El alma debe tener mucha vigilancia sobre este punto tan capital de la Infidelidad, porque además de ser una ingratitud, de la Infidelidad se le derivan grandes males.

Los pecados de omisión casi no se tienen en cuenta: se hace muy poco caso de ellos, siendo su número casi infinito. Los pecados de omisión mucho me ofenden v mucho se cometen por este vicio de la Infidelidad, del cual se derivan. Yo pediré una grande cuenta a las almas sobre el particular, y mis gracias, aun las más pequeñas son tan preciosas (ya que son productos vivos del Espíritu Santo) que exceden en mucho a todos los bienes de la tierra, cuanto va de lo divino a lo material.

Satanás se da gusto en este campo de la Infidelidad, la cual produce en cada alma tantos miles de pecados de omisión. Con estos pecados quita a las almas los frutos de la gracia, y a Mí me quita la gloria que estas gracias correspondidas debieran producirme.

No te imaginas lo que le duele a mi Corazón divino, el sin número de pecados de omisión. Cada pecado de omisión es una pequeña espina más o menos aguda, que se clava en ini Corazón, lastimándolo hondísimamente; porque como Yo sé el valor de una sola de mis gracias, (que no tienen precio), Yo sólo también puedo estimar la grande culpabilidad que hay en el desperdicio y poco aprecio de una sola de ellas. ¡Oh!, ¡y qué cruel es para mi amante pecho, el ver la Infidelidad de las almas y cómo dejan perder las santas inspiraciones, llamamientos, toques y otras muchas gracias del Espíritu Santo! Mas si esto sólo existiera en el mundo y en los teatros, o solamente en las almas entregadas a la vanidad y completa disipación, ¡vaya!, me dolería menos; pero que esto exista en mis Religiones, en estas almas exclusivamente entregadas a mi servicio y alabanza y a practicar con todo esmero y cuidado la Fidelidad, ¡ah!, esto sí desgarra mi Corazón amoroso y le hace derramar Sangre.

Las Religiones viven también envueltas en miles y miles de pecados de omisión; ¡almas ingratas y más que ingratas! Estas almas debieran vivir del purísimo aliento del Espíritu Santo; debieran estar recogidas en el interior de sus corazones escuchando, recibiendo y devolviendo; debieron aprovechar y secundar a la menor de las divinas inspiraciones; con las gracias hacer acopio de fortaleza contra los enemigos y alcanzar copiosísimos frutos para la vida eterna. Estas almas que en esto debieran emplear su vida entera, y en reparar la Infidelidad de los mundanos, sin embargo no lo hacen, no. Rara es el alma que sobre este particular cumple y me agrada, pues las más de las almas duermen tranquilas en la Ociosidad espiritual haciendo traición con sus infidelidades a la Gracia y llenándose de mil pecados de omisión a los cuales de una manera especial aborrezco.

No puedes imaginarte lo que me duelen (lo repetiré mil veces) los pecados de Infidelidad. Sin embargo, existe un mar de ellos en el mundo y en las Comunidades. Estos pecados de Infidelidad son el pan cotidiano y el aire que respiran muchas Comunidades. Con estas infidelidades, la Gracia se va alejando. Muchísimas caídas, y por no decir la mayor parte de las grandes caídas de las almas, y aun de las Comunidades enteras, se debe a las Infidelidades, las cuales en su principio parecían pequeñas, mas luego llegaron a ser como torrentes desbordados de precipitadas corrientes.

La Infidelidad casi siempre es el origen de todos los males espirituales. ¡Alerta sobre el particular! No hay brecha por la que con más gusto se cuele Satanás para hacer mal a las almas, que la brecha de la Infidelidad.

El Espíritu Santo es muy fino y delicado, y así como se complace y agrada de un alma fiel, así se desagrada y rechaza al alma que no lo es.

Haz hincapié sobre los pecados de omisión, con los cuales lo mismo que con los de Infidelidad tanto y tanto se ofende al Espíritu Santo. Dí que no se hace caso de ellos, y que se dejan correr como el agua. Muchos de los que se llaman míos, están nadando en los pecados de omisión y no lo conocen ni saben el por qué de la Tibieza que los envuelve, ni lo atribuyen a su verdadera causa que es ésta de los pecados de omisión, los cuales se derivan de la Infidelidad.

Estúdiese mucho en mi Oasis sobre este punto muy especial de la vida del espíritu. Un cuidado muy grande debe desplegarse en el Oasis de una manera muy particular sobre este punto que es de tanta trascendencia. Fidelidad. Fidelidad. Quiero que esta Religión sea la Religión de la Fidelidad para que el Espíritu Santo pueda derramarse en ella como lo desea. Ya no se oponga al Espíritu Santo como hasta aquí el valladar de los pecados de omisión y de Infidelidad. Mas no hablo aquí solamente de la omisión exterior en la práctica material de las Reglas, sino de la omisión interior y particular de cada alma, con la cual no atiende a las inspiraciones y gracias, y por lo mismo, a su santificación.

Muchas faltas de Infidelidad existen en el Oasis y quiero y es mi voluntad que éstas se destierren. Reciben el golpe de la inspiración, y a veces, por cierto, bien perceptible; y sin embargo, la dejan pasar, quedándose tranquilas en vez de estar apenadas y arrepentidas. ¡Ay!, no quiero que la Ingratitud toque las puertas del Oasis, no; y sin embargo, de la Infidelidad a la Ingratitud hay un solo paso. La Ingratitud es hija de la Infidelidad, la cual es la que más desgarra mi Corazón divino. ¡Alerta! ¡Alerta! Dilo con todas las fuerzas, porque mucho te va en ello. Repite que el Oasis debe ser la casa de la Fidelidad y del Amor. Es decir, de la Cruz, y del Dolor, porque la Fidelidad y el Amor encierran Sacrificio. Un alma nunca es fiel sin Sacrificio, y el alma fidelísima es alma sacrificadísima.

El remedio contra la Infidelidad es la Correspondencia constante, amorosa y sacrificada. La Infidelidad proviene casi siempre de la Debilidad culpable. Para cortarla se necesita de la enérgica abnegación y correspondencia de un alma pura. Digo de un alma pura porque para ser fieles, se necesita que las almas sean puras, y para ser fidelísimas, es indispensable que sean purísimas.

Las almas pecadoras nunca son fieles, y las almas manchadas nunca son fidelísimas, pues la Fidelidad procede de las almas limpias. Yo soy fidelísimo porque soy limpísimo, y la Claridad, la misma Pureza. Sean puros, sean limpios de corazón y serán fieles. No dejen pasar, no, las santas inspiraciones, porque éstas no vuelven. Vendrán otras, si las merecen, o al Espíritu Santo place dárselas, pero las que desperdiciaron irán a otros; porque mis gracias jamás se pierden o quedan ociosas y sin fruto. Mas, ¡ay de las que las dejan pasar sin recibirlas! Yo les pediré estrechísima cuenta. ¡Cuántos que debieran ser santos no lo son por una sola gracia que dejaron pasar, y aún más, han torcido el camino, y han ido a parar al abismo sin fondo del infierno! En este campo vastísimo de la gracia se hila muy fino. La Gracia con mil colores y formas cambiantes que tiene, acompaña a cada virtud y las virtudes si se deja hacer, recibe miles y miles de gracias, y las escoge el Espíritu Santo para derramarlas en abundancia.

Mas, ¿cuál es el remedio y al mismo tiempo lo que forma este receptáculo divino? La Correspondencia. Esta hermosa virtud que encierra en su seno a tantas otras virtudes. La Correspondencia es la que mata a la Infidelidad y cura al alma del sinnúmero de daños que esta infidelidad le deja. La Correspondencia aleja también los pecados de omisión, y purifica y limpia los corazones.

Asimismo, ¿saben cómo o con qué se alcanza la Correspondencia espiritual y santa? Con el Amor de Dios y el Amor a Dios. En esto se encierra el plan hermosísimo y puro de la Correspondencia pudorosa de parte del alma, y amorosa de parte de Dios. Los mismos Ángeles se extasían de esta santa Correspondencia que existe entre Dios y el alma fiel. Aquí se ponen en juego las virtudes de la Pobreza espiritual perfecta, la Fe, la Esperanza, la sublime Caridad y otras muchas y altísimas virtudes, las cuales sirven al mismo tiempo de escalera para la Oración, Contemplación y Unión. ¿Ves hasta dónde va a dar la correspondencia? Hasta estas alturas conduce la Fidelidad, y de todos estos bienes priva la maldita Infidelidad. Mas como Satanás conoce lo que le va sobre el particular y la gloria que me quita, de día y de noche y sin descanso procura por cuantos medios están a su alcance la Infidelidad en las almas, haciendo que caigan en ella por mil medios que pone en juego.

Satanás también hace que la Infidelidad conduzca a muchos pecados. Se es infiel, y se murmura; se es infiel, y se condesciende culpablemente; se es infiel y se deja arrastrar por los respetos humanos; en fin, se es infiel, y se adula, y se finge, y se calumnia, y se deja el alma arrastrar por la disipasión, Sensibilismo, Susceptibilidad, Frivolidad, Imaginación, Curiosidad, Amor propio, Exageración, Cólera, Venganza, Doblez, Odio, Rencor, Sensualidad y por otra multitud de horribles vicios. ¡Oh, traidora Infidelidad! ¡A cuántos males llevas a la desgraciada alma que te posee! Tu veneno llega hasta sumergirla en la Obstinación e impenitencia final por medio de la Soberbia, de la cual estás impregnada. ¡Infelices, repito, los corazones que te llevan consigo!

Las almas que me quieran servir y purificarse, deben andar con mucho esmero y cuidado sobre este punto de la Infidelidad. Te advierto que el gran escollo de la Infidelidad es la Soberbia. Satanás en las caídas, llena a las almas de un Desaliento maligno, para evitar que se humillen, se levanten y vuelvan a proseguir el camino comenzado del espíritu con el fin de hacerlas más o menos tarde su presa. Con mil fingidos planes, las envuelve, deteniéndolas en el camino emprendido. Uno de sus más frecuentes razonamientos consiste en hacerles ver su impotencia con mil ardides de falsa humildad, pero que encierran en su fondo una finísima Soberbia; pues Satanás aunque tiene mucho talento, nunca puede del todo esconder su cola de orgullo. Siempre deja que se transparente su negrura por más que trata de envolverse y cubrirse.

Mas, ¿cómo ocultar lo que trasciende y siempre lleva amasado en su ser? Desgraciadas las almas que se detienen a escuchar a Satanás. Desgraciadas las que no se vencen, y humillándose, arrepintiéndose, y con nuevos bríos y confianza en mi apoyo y no en el propio, vuelven a emprender el camino ascendente de la perfección, de tal manera que, si mil veces caen, deben otras tantas humillarse, arrepentirse, levantarse y proseguir. De esta manera se vence a Satanás, se vencen todas sus maquinaciones y traidoras estratagemas. ¡Felices las almas que lo pongan en práctica!

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com