Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

17.10.18

De las virtudes y de los vicios: Desorden


Vicios opuestos a las virtudes del orden.

Mas la lengua del imprudente viene a ser su ruina. Si 5, 15.
(Os instamos) que os apartéis de cualquiera de vuestros hermanos que proceda desordenadamente. 2 Ts 3, 6.


Desorden

Así como Yo soy el mismo Orden del cual se derivan desde toda la eternidad todos los bienes, así Satanás, criatura criada y culpable, desde su funesta caída, lleva consigo a todo Desorden, comunicándolo y esparciéndolo a todo cuanto toca. Satanás desde que la Soberbia llenó su corazón es el mismo Desorden. Todo desorden procede, como causa indispensable, de él.

No se puede ponderar el gran desorden que existe en el mundo y en las almas y en la vida del espíritu. Este maldito vicio que quita la Paz y la aleja, todo lo inficiona y a todo alcanza, porque la Paz, o sea el Espíritu Santo que la produce, no puede acercarse ni morar en donde hay Desorden.




Existe Desorden en la memoria, en el entendimiento y en la voluntad del hombre; existe en todos sus sentidos y potencias; en sus actos interiores y exteriores, ¿y saben qué produce o quién es el padre del pecado? El Desorden. Este Desorden, en más o menos grados, produce todos los pecados, en mayor o menor extensión. ¡Miren si es horrible y peligroso el Desorden!

Una alma ordenada no peca, y si cae en alguna flaqueza, luego se levanta y ordena, porque la Oración la sostiene; mas una alma desordenada irá de precipicio en precipicio, hasta estrellarse y hundirse en el profundo abismo de su perdición eterna.

Todos los vicios nacen del Desorden y son sus inseparables compañeros.

Existen desórdenes en el comer, beber, vestir, dormir, recrearse y en todos los actos del cuerpo y también del alma. En el Desorden de las pasiones está el pecado.

La vida espiritual está, en gran parte, en Desorden, debiendo ser la del purísimo Orden. Mucho hay que lamentar en las Religiones y en los que se llaman míos, tan grande mal. El día que el alma se ordena, se santifica; y mientras no se ordena, no puede decir que sea Mía, porque Yo no acepto lo que es enemigo de mi Divinidad. Por lo mismo, en donde habita el Desorden, o sea el pecado, la Soberbia, Envidia, Celos y además pasiones viles y rastreras, no son más que un Desorden, es decir, el completo desequilibrio de mis Santas Leyes.

¡Cuánto Desorden existe! ¡Cuánto tengo que lamentar en el mundo y en las almas que se llaman mías!

Las pasiones son las que en mil ocasiones mueven a las almas, existen algunas que pecan toda su vida en un continuo Desorden.

Los únicos remedios contra el Desorden son: la Rectitud, el Trabajo, la Correspondencia y la Fidelidad, unidas a una suma Docilidad que deben tener con un Director Santo.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com