Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

7.9.18

De las virtudes y de los vicios: Debilidad



La Debilidad desciende en gran parte de la Sensualidad. El hombre es débil porque lleva en su seno el germen del pecado; pero la Molicie, la Delicadeza y la Comodidad lo debilitan más, llegando el alma débil a caídas tan grandes que sólo Yo conozco muchas veces su extensión.

En la vida del espíritu la Inercia hace crecer en el alma la Debilidad en todas sus acepciones, mas la Cruz fortalece y vigoriza al alma, y con esto echa abajo a tan funesto vicio.




Existe Debilidad natural y Debilidad culpable; Debilidad en el cuerpo y debilidad en el espíritu.

La Debilidad natural nace con el hombre. De pequeñito es totalmente inepto, y es aún más torpe que los animalitos; y cuando su razón se desarrolla se encuentra ya debilitada y contaminada con el fómite del mal que el pecado original le trajo.

Es cierto que el Bautismo borra este pecado, mas la secreta tendencia al desorden y al mal que el pecado original trae consigo no se quita con el Bautismo, sino que crece y se desarrolla con el hombre, proporcionándole con esto un vasto campo para trabajar y merecer.

Si en la vida humana no hubiera otros enemigos, el hombre se bastaría a sí mismo, pues su capital enemigo es su misma persona. Tantos y tantos males que el hombre lamenta en su camino, son frutos del árbol prohibido, consecuencias del primer pecado. La innata inclinación a todos los vicios forman su desgracia, y para alcanzar la victoria necesita en todas las edades, en todos los tiempos y en todas las condiciones, empuñar las poderosas armas de las virtudes, las cuales son las únicas que alcanzan estos triunfos sobre sí mismos.

Los vicios acarrean al hombre no sólo la Debilidad para el alma, sino aun para el cuerpo; esto es, acarrean la Debilidad física y la Debilidad moral. Propiamente hablando la simple Debilidad no es vicio, pero sí lo es la Debilidad culpable, y muy grande y de funestas consecuencias. Los vicios pues, son los que producen en el alma la debilidad culpable. Esta debilidad enerva las fuerzas del espíritu, y lo entibia para las cosas divinas y la propia santificación; pero esta Debilidad, repito, procede de la Sensualidad con toda la corte que la acompaña, y su remedio consiste en huir de estos halagadores vicios en que muellemente se goza el corazón humano, y en sacrificarse.

La Debilidad es compañera muy íntima de la Cobardía y la una va siempre de la mano de la otra.

El Sacrificio y el Dolor robustecen a las almas puras, los melindres y las condescendencias propias la debilitan. Lucha debe ser la vida del hombre sobre la tierra, y el alma que no lucha contra Satanás es señal inequívoca de que pertenece a su partido.

Los multiplicados pretextos del Amor propio forman el nido de la Debilidad culpable. ¡Oh funesto vicio de la Debilidad que llevas consigo a tantos otros! Yo te aborrezco porque corre por tus venas la sangre maldita de la Sensualidad. Al poseer a las almas tiene el tino de llenarlas de cobardía y de propia estimación, con mil visos de Hipocresía, de Soberbia y de Orgullo. Sólo la Cruz puede dominar a la Debilidad culpable, el Vencimiento y el Desprecio propia la destruyen, y la Constancia la corona.

En la vida espiritual la Debilidad tiene su campo. Existen en las Religiones tantas almas débiles que no adelantan en la perfección, sencillamente porque se han dejado coger de semejante vicio. Cobardes y débiles para hacerse guerra a sí mismas, pasan la vida en la Sensualidad interna, dorando sus actos con el exterior oropel de las falsas virtudes. La debilidad es la reina de las Comunidades de hoy. Mira: la Debilidad del cuerpo, cuando sujetándose a la Obediencia es producida por el quebrantamiento y la maceración, acrecienta las fuerzas del espíritu; pues a medida que se debilita la parte física, se robustece la espiritual. Mas cuando la Debilidad del cuerpo es producida por los vicios, entonces es digna de castigo y reprobación. La Debilidad del alma, no la Debilidad natural que lleva en sí por la mancha del pecado original, sino la culpable, es digna también de castigo y reprobación y la produce la Sensualidad con su Pereza y sus mimos de extremado Amor propio y Delicadeza.

Además existe otro vicio de Debilidad. Esta no es propia, o no produce solamente daño personal, sino daño ajeno, y las más veces lleva en sí muchas y muy grandes consecuencias de todo género.

La Debilidad para con el prójimo en personas que gobiernan o dirigen es muy culpable, reprensible y merecedora de castigo. Hay Debilidad de carácter, Debilidad de sensibilismo o cariño, y Debilidad de Respetos humanos en este campo de la Debilidad culpable para los que llevan el cargo del gobierno sobre sus hombros.

En los Directores espirituales son muy comunes estas tres clases de Debilidad que acarrean tantos y tan terribilísimos perjuicios a las almas dirigidas.

La Debilidad de carácter es un defecto y grande, el cual se debe vencer a toda costa con el Dominio propio, la Firmeza, la Energía y la Entereza. La Debilidad producida por el Sensibilismo o Cariño es más culpable, la cual se debe cortar con el espíritu de Rectitud, de Justicia, de Mansedumbre, Prudencia y Discreción.

Mas la Debilidad producida por el Respeto humano y la Cobardía es de todo punto reprochable, la cual no es tolerable en un Director espiritual o Superior, y es indigna de las almas que se titulan mías. Las que tal hacen, se hacen merecedoras de grandes castigos, y la cuenta que les pediré será estrechísima. Y sin embargo, ¿te das cuenta de cuánto de esto hay en el mundo, y sobre todo en el mundo espiritual? Mi Corazón está altamente ofendido por los millones de pecados que la Debilidad produce.

Con estas tres clases de Debilidad se falta a la Caridad para con el prójimo y a varias de las Obras espirituales de Misericordia.

La Mansedumbre, (por Mansedumbre se entiende una suavidad compuesta de energía), pone a la Debilidad en el nivel de la Rectitud. Mas la Fortaleza para alcanzar el Vencimiento propio se encuentra en la constante meditación de los deberes cristianos y particulares.

¡Feliz el alma que lleva en su seno a la sublime virtud de la Mansedumbre! Ella sabrá cumplir con la rectitud y entereza necesaria la misión que Dios le ha señalado sin perder la dulzura y suavidad en el obrar.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com