La Cobardía es hija del Respeto humano y del Amor propio, los cuales la infunden de tal manera en el corazón humano, que apenas sería creíble al entendimiento del hombre. En la vida espiritual existen dos especies de Cobardías: una que se manifiesta más particularmente por el Respeto humano, otra por el Amor propio; ambas sin embargo llevan parte de sus dos principios.
La Cobardía espiritual es un penoso ocultamiento que llenando el corazón del hombre, le retira de todo lo bueno y santo, ya por el Respeto humano, haciendo que se avergüence de Mí y de mis cosas, o ya también por un refinado Amor propio que le produce miedo de mortificarse a sí mismo. La Cobardía produce un enervamiento de las fuerzas espirituales, poniendo además en el alma una gran tendencia a la Comodidad y Molicie. La Delicadeza satánica tiene en ella su asiento. Todo este conjunto de pasiones hace que el alma cobarde pase la vida avergonzándose de pertenecerme, y mimándose a sí misma con toda la exageración que el Desorden lleva consigo.
El alma cobarde huye de la Penitencia, de la Mortificación, y si se pudiera eximir de todos los sufrimientos y padecimientos, gustosa lo haría. Las almas cobardes huyen de la Cruz y por lo mismo de todo bien. El Dolor espanta a las almas que llevan en su seno la Cobardía. Las almas cobardes nunca entran de lleno, ni pueden entrar en la vida del espíritu, porque jamás se renuncian a sí mismas y a todo propio querer. La Cobardía además, trae siempre consigo al Juicio propio, huye de toda sujeción que pudiera lastimarla y causarle pena, y hace pasar la vida del alma que la posee entre melindres, soberbia y mil debilidades.
El alma cobarde es sensual; este maldito vicio de la Sensualidad, que tantos otros abraza, la arrastra. Pasa una vida muelle, perezosa y llena de sordos remordimientos. Las almas cobardes, si son abiertamente malas, refinan su Cobardía con todos los vicios que la Cobardía abarca; mas si son del número de las piadosas, jamás pasan de la medianía de las tibias.
¡Cuánto mal hace la Cobardía en el campo espiritual¡ Si en el mundo es la Cobardía odiosa, innoble y ruin, en la vida espiritual no tiene comparación. No me refiero al tocar el punto de la Cobardía mundana, ni solamente a la Pusilanimidad, sino a la Bajeza, Doblez, Egoísmo y Falsedad en que la Cobardía va siempre envuelta.
El mundo llama Cobardía o da este nombre a lo que muchas veces es Nobleza, Prudencia y Dominio propio, es decir, Virtud. En puntos de honor, como llama el siglo, estas ideas siempre se transforman: el mundo vitupera al que es santo, y alaba lo que no es recto, y aun más, lo que es pecaminoso. Llama cobarde al que no derrama la sangre de su hermano, al que venciendo su natural repugnancia perdona a quien le ofendió, al que humillado trata de reparar los daños de sus calumnias, difamaciones y escándalos. ¡Miserables! Cobarde es aquel que no hace todo esto, el que no tiene valor de perdonar, de volver bien por mal y de dominar sus pasiones guardando mis leyes y mandamientos. Este es el cobarde y el que lleva en su seno a la vil y miserable Cobardía. Cobarde es el que se avergüenza de confesar mi Nombre, y el que rechaza la Cruz y no se crucifica. Las almas valientes que muriendo a sí mismas y a todo lo que no soy Yo, sufren y padecen por complacerme y cantan mis alabanzas sin rubor de llamarse mías, no son cobardes. Al contrario, tienen muy debajo de sus pies a la Cobardía y caminan gozosas y esforzadas con el más puro empuje del Amor activo. ¡Felices almas a quienes llena este Amor activo y con valentía y entereza sostiene la gracia del Espíritu Santo! Desgraciadas las cobardes, las cuales durmiendo en la inercia de sus comodidades y debilidad, no se acuerdan que tienen una eternidad que las espera y un Dios a quien servir y por quien crucificarse.
El remedio de la Cobardía es el Amor activo. Ese Amor mata a todo Respeto humano y propio cariño, pero este amor se llega a alcanzar con el Vencimiento propio y el "siempre padecer", porque así como la Debilidad crece con la Cobardía, la sed de padecimientos crece y se desarrolla con el padecer. La Cruz es la que infunde en el alma la Energía y la Entereza, y mata la Cobardía del corazón. Ella da valor al alma para crucificar todas sus pasiones, y fortaleza en la misma crucifixión. ¡Feliz el hombre que de ella se abraza, que de ella vive y que en ella muere! Yo le prometo una recompensa eterna.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com