La Corrección es también hija del Celo y de la Caridad del prójimo. Para que la corrección surta el efecto que se pretende del bien del prójimo, necesita ser oportuna, partir de un corazón quieto, tranquilo, sin pasión y lleno de paz y de Amor de Dios. Debe llevar en esa mano la Prudencia y en otra la Justicia. La Razón debe guiar a la Corrección; y la acritud y la aspereza casi nunca deben aparecer en ella. La Rectitud es la compañera de la Corrección.
Esta virtud u Obra de Misericordia bien practicada, es de tanto mérito, que por ser escasa en el mundo, se producen lamentables e innumerables males.
La Corrección perfecta debe siempre ir precedida de la oración, y para que sea fructuosa partir de un corazón puro o purificado, humilde y reposado.
La Corrección es también una especie de Limosna y de las que alcanzan mayor mérito y más copioso fruto para la gloria de Dios.
v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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