Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

17.7.18

De las virtudes y de los vicios: Enseñanza


Enseñar al que no sabe es una Obra de Misericordia de las mayores, y más aún tratándose de la vida espiritual.

Innumerables escollos existen en el camino de la vida del espíritu, y enormes despeñaderos. El valor de un guía que por tan intrincados laberintos conduzca al alma a puerto de salvación es inapreciable.

La vida espiritual tiene sus días y sus noches; sus tardes y sus mañanas; sus tempestades y sus calmas. Hay en ella nubes, relámpagos y truenos; obscuridades y brumas, neblinas y también un Sol esplendoroso. Tiene este peligrosísimo camino encrucijadas, montes, cimas y profundos abismos, en los cuales el alma que cae, pocas veces sale. Tiene rosas, abrojos y espinas. Hay dentro de él innumerables fieras dispuestas a devorar a las almas incautas y pretenciosas que osan cruzar por estas sendas sin llevar de la mano, o ir asidas a un santo y experimentado Director.




Nadie puede pasar este mar de la vida espiritual sin Piloto. Ningún alma llegará al Puerto sin este Timón guiado por el Espíritu Santo. ¡Cuán pocos son los verdaderos directores espirituales que sacrificándose primero, saben después derramar las santas enseñanzas en las almas! Porque nadie da, repito, lo que no tiene; y para enseñar y guiar al que no sabe, necesita saber de antemano, y tener luz: pero luz divina y abundante gracia para iluminar el camino de las almas. Muy culpables son los Sacerdotes que no se ocupan como deben y en el grado que deben, en su propia santificación, para poder acertadamente guiar a las almas a puerto seguro de salvación. Más culpables son tratándose de una materia de vida interior y espiritual, ya que en la ignorancia culpable de muchos de mis Ministros se estrellan las almas, despreciándose los tesoros de gracia que en ellas ha puesto mi Bondad. Este es uno de los principales motivos porque hay tan poca vida interior y espiritual; pero, ¡ay de los que por su causa, mis gracias y mis favores no fecundizan! Ellos un día me darán estrechísima cuenta. (Continúa el Señor emocionado). Los Directores tienen que ser sabios y santos: tienen que llevar en sí unas cualidades especiales de virtudes encumbradas para que puedan ser candeleros que iluminen y espejos en donde las almas miren y aprendan e imiten. Muy alta es la misión de los Directores de almas y muy estrecha la cuenta que algún día me darán. Necesitan sobre todo ser hombres de oración, cuyo elemento es en ellos indispensable y sin el cual serán nulos y de ningún valor. Tienen que llevar en su ser la Rectitud santa, la Prudencia suma y la Razón ilustrada por la Fe; no sólo una razón natural o simplemente intelectual, sino una razón basada en la ciencia, en el Consejo y en la Oración. Debe el Director ser purísimo en pensamientos, palabras y obras. Punto es este muy esencial e indispensable sobre todas las cosas. La Pureza debe ser su aliento y su vida. Sólo un Ángel es capaz de conducir al cielo, y Ángeles deben ser los Directores de las almas.

Debe ser el Director humildísimo en toda la extensión de sus pensamientos, palabras y obras. Debe distinguir perfectamente lo suyo de lo Mío, las fuerzas suyas y las Mías y así de todos mis atributos, comparándolos con su nada y debilidad. No debe ser ladrón de mi propia honra, atribuyéndose a sí lo que es puramente Mío, ya para sí propio o ya para las almas confiadas a sus desvelos y cuidados. Debe el Director ser mortificadísimo, penitente y sacrificado, dando a estas virtudes un lugar de especial preferencia para sí y para los otros, aunque con la debida prudencia. Debe poseer la Serenidad y el Reposo en su interior y en su exterior, debe ser dulce y aun amoroso en algunos casos no comunes ni ordinarios. Debe poseer una gran Pureza de intención. Debe ser Sincero, Franco y Sencillo, Claro y Llano, mas nunca familiar ni aseglarado. El orden y la obligación de cada alma en el estado en que está colocada, debe formar el punto de partida para la dirección espiritual.

Jamás el Respeto humano debe ni siquiera rozar, cuanto menos entrar en el corazón de un Director. La Paciencia debe formar la atmósfera que el Director respire. El amor de Dios activo debe incendiar el corazón de un Director santo. El Celo y la Caridad para con el prójimo deben ser sus brazos mismos con los cuales debe trabajar sin descanso hasta la muerte, y sólo por mi gloria y para mi mayor gloria.

La Mansedumbre y la Benignidad deben con frecuencia guiar sus actos.

El Director de almas debe ser una brújula, la cual constantemente apunte hacia mi Corazón y mi Cruz; y ésta es la Dirección que constantemente debe marcar a las almas si quiere llevarlas por el camino recto y seguro que conduce al cielo.

Muy delicado, santo y de gran responsabilidad es el papel que en el mundo ejercen los Directores espirituales. Importantísima es su misión y muy grande el premio que les espera, si la cumplen tal como deben cumplirla. La vida de los Directores debe estar concretada en el Sacrificio y la Oración. La ciencia humana debe ayudarlos, pero la ciencia espiritual debe iluminarlos y santificarlos.

Todas las virtudes sin excepción deben adornar y transformar sus corazones. Los Directores deben vivir y respirar dentro de la vida sobrenatural, sin perder por esto de vista el mundo y sus astucias, mas interiormente sobrenaturalizando todos sus actos, y no respirando, repito, sino Dios, Dios y siempre Dios. Este mismo Dios ha puesto en sus manos el campo de las almas y de las virtudes, para que sembrándolo levanten las cosechas y sus frutos para el cielo.

Este mundo espiritual rodeado a cada paso de enemigos, es infinitamente mayor que el mundo material. Un Director santo es como el Rey en este mundo espiritual y como tal debe regir, guiar y gobernar en cada estado, el cual lo constituye un alma.

Dichosos los Directores santos que cumplen en la tierra su misión de enseñar al que no sabe, encaminando las almas hacia el cielo.

Esta es la Obra por excelencia espiritual perfecta de enseñar al que no sabe. Muy escogidas son, sin embargo, las almas que Yo elijo para dirigir a otras. A éstas las lleno de gracias, luces y dones extraordinarios con este fin: mas, ¡ay del que arrincone los tesoros que en sus manos he puesto para el bien de las almas! Muy estrecha cuenta le pediré. En el orden temporal también es obra meritoria enseñar e instruir al que no sabe, pero se trata de enseñar bien y llevarlo a mi conocimiento; porque si no soy Yo el fin de toda instrucción, ésta es mala y de fatales consecuencias cuando se me ataca. Espantoso pecado que hace horribles estragos es el que se comete enseñando el mal. Miles de pecados se originan de éste; y las almas se pierden, ¡claro está!, cuando de Mí se alejan. ¡Ay!, (Continúa el Señor conmovido), al infierno bajan miles de almas por el pecado de escándalo.

Los que enseñan el mal son secuaces de Satanás, y el castigo que se les espera no es imaginable al humano entendimiento. Sólo Yo puedo medir el mal y los estragos terribles que hacen las malas doctrinas.

Pidan, oren, detengan la Justicia divina sobre el particular.

-Pero, ¿cómo Jesús?

- Oren y sacrifíquense.

Y mis Ministros duermen; y muy pocos hay que contrarrestan este veneno que inunda al mundo, emponzoñando a las almas.
La Cruz es la verdadera ciencia del cristiano. El. Dolor, sólo el Dolor puede salvar al mundo y oponerse a la impetuosa corriente de las almas que, arrastradas por el vicio, se desbordan al profundo abismo de su perdición.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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