Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

19.7.18

De las virtudes y de los vicios: Vicios opuestos a las virtudes de caridad. Envidia


"La muerte se introdujo en el mundo por la envidia del diablo". Sb. 2, 24.
"Sabía (Pilato) que (los Fariseos y los Escribas) habían entregado (a Jesús) por envidia". Mt 27, 18.


La Envidia es también una peste universal que inficiona el mundo y a las almas, aun en la vida espiritual.

La Envidia es un horrible vicio que ciertamente pone a los corazones en una pendiente, que, si a tiempo no se detienen, se hundirán sin remedio.

La Envidia es una impetuosa corriente, la cual, si no se corta, arrastra a las almas hacia el mar embravecido de mil pasiones, cada una de las cuales es avasalladora y terrible. Si al principio no se frena este vicio y pasión de la Envidia, crece y se desarrolla y arrolla con todas las virtudes, matándolas en el alma.




La Envidia es una fiera desencadenada, la cual hay que atarla muy corto y a tiempo, si quieren evitarse las funestas consecuencias que trae al alma. La Envidia es una espada de dos filos que hace mal al envidioso y al envidiado.

La Envidia es hija de la Soberbia y en donde está la una se encuentra la otra, puesto que la hija es inseparable de la madre, ya que hay tal filiación entre Soberbia y la Envidia, que nunca en el corazón están separadas, sino siempre se encuentran juntas. Los más altos puestos casi siempre llevan las más grandes envidias. El primer crimen fue fruto de este horrible vicio. Abel fue la víctima de su hermano.

Muchas clases y colores tiene este vicio. Existen envidias sobre las riquezas, los honores, la hermosura, las preferencias; existen envidias espirituales y otras mil clases que sólo Yo puedo medir los males que en las almas hacen. Se encuentran a cada paso de la vida del hombre, mas en el corazón de la mujer, las envidias son más arraigadas y frecuentes.

La Envidia es un corrosivo que llega al alma y a veces de una manera incurable. La Envidia es horrible y dimana de la Soberbia, como el agua de la fuente, como el calor del fuego. Es la Envidia una emanación natural de la Reina de los vicios, la Soberbia.

Odioso es el espantoso vicio de la Envidia, la cual se encuentra también en todos los corazones y en todos los estados y condiciones, y mientras más alto y encumbrado es el puesto, repito, más alta es también la Envidia que en el alma despierta. Esto, a primera vista, parece una anomalía, y sin embargo, es una realidad. Los altos puestos y honores y riquezas, lejos de llenar y satisfacer el corazón humano, despiertan en él las envidias y la ambición, y crece el hambre y la sed juntamente con la Envidia de la insaciable Avaricia, llenando al alma del vacío desesperante y vano de un algo que forma su desgracia. El envidioso nunca es feliz, porque la felicidad está basada en la paz que no existe en el corazón del envidioso.

El mayor aliciente para este vicio se encuentra en las dignidades.

El pobre y humilde de corazón es el único que se ve libre de ella.

Hay también Envidia común y ordinaria, espiritual y espiritual perfecta. La común y ordinaria es la que corre por el mundo, y que todos los ojos ven y pueden ver. La espiritual es de más potencia y peligro para el alma que la lleva consigo; porque también se oculta como la Soberbia, en los pliegues más secretos del corazón y raras veces salen fuera. La Soberbia hace ocultar, en los que se llaman espirituales, esta dañosa culebra que llevan dentro, haciéndoles temer que se desdorarán si se descubren.

¡Cuánta secreta podredumbre existe en el fondo de miles de corazones que se llaman míos, y a tal grado crece la Soberbia convertida en respeto humano en estas almas, que muchas mueren antes de enseñar la ponzoña que llevan en sus corazones!

Muchos sacrilegios se cometen, y ¡ay!, por los que se llaman Míos, ocultando y paliando en sus confesiones el maldito vicio de la Envidia que las roe y quita la tranquilidad, y la Paz. Es un enemigo, repito, que roe los corazones, minándolos, para muchos y tremendos males, engendrando dentro del corazón odios y malas voluntades.

¡Cuántas lágrimas de rabia y desesperación y de indecible pena arranca esta miserable Envidia en las cuales Satanás se complace!
Es la Envidia la destructora de la Caridad fraterna y el veneno que inocula en el alma sin que ésta lo sienta; tan solapada se manifiesta algunas veces.

La Envidia se sabe también disfrazar con una Hipocresía traidora, siendo incontables los daños espirituales que hace.

Con mucha dificultad se extirpa este vicio, ya que se opone totalmente a mi Ser, que es todo darse y comunicarse, es decir, que todo es Caridad. Además, toda alma que la lleve consigo sin hacerle guerra, se encontrará muy lejos de Mí.

La Envidia no respeta ni a los que se llaman míos: antes al contrario, ellos son su codiciado manjar. En las Religiones tiene su cetro favorito y en los espirituales su más apetecida cosecha. Un gran número de almas desean tener lo que poseen otras, no pensando que Yo reparto mis dolores como me place y mejor conviene para bien y salvación de las mismas.

La Envidia espiritual perfecta todavía es más fina, y consiste en una interior pena por atesorar lo de otras almas, con la falsa capa de la santa imitación, y de no desperdiciar los Dones del Señor, que ven en otros corazones que creen menos dispuestos que los suyos. Esta Envidia es un secreto y muy interno reproche de Mí mismo, ya que se creen, en su misma dignidad superiores a las almas favorecidas. Esta es una secreta falsedad y finísima Envidia, perfecta y bien dorada. La pena secreta de los favores extraordinarios de otras almas, el pensamiento, aunque ocultísimo de poseer sus mismas cualidades, y aun más relevantes prendas, causan la Envidia espiritual perfecta. Esta envidia es el más activo veneno para el alma que la lleva consigo, y la que se interpone entre el espíritu y Dios. El polvo que lleva la Envidia es tan sutil, que luego empaña la imagen de Dios en el alma pura, y la priva de la comunicación divina. Esta terrible, aunque secreta tempestad causa en el espíritu tal ruido, que aturde al alma y cierra sus oídos a todas las inspiraciones del Espíritu Santo.

El único remedio para la Envidia es con la Energía, con la Entereza, con la Constancia y Dominio propio cortar de raíz todo levantamiento interno de esta pasión devoradora. Aún más, el remedio es adelantarse a hacer el bien, alabando con todo el corazón y siempre, buscando para esto las ocasiones de alabar a aquel que es objeto y causa de tal revolución en el alma. Esto, y de una manera especial la oración y aún el ofrecer sacrificios a Mí por la persona o alma envidiada, es la mejor manera para desterrar del corazón y curar las llagas de la Envidia. El alma valiente y esforzada que esto hace, inclina hacia ella la Fortaleza divina, y Yo le prometo que más o menos tarde triunfará, recibiendo además la corona de su victoria. Se tiene que poner en juego a la Humildad para derrocar a esta pasión de la Envidia; mas debe ser una humildad enérgica, con toda la fuerza de su poder y toda la profundidad de su abajamiento.

¡Ah! (Dice el Señor con una voz de angustiosa pena), en la vida espiritual corre la secreta envidia como moneda corriente: en las Religiones absorbe a muchas almas en su seno, y en el mundo es el pan cotidiano.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com

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