Semana en el Oratorio

Desprecio de los bienes mundanos

27.7.18

De las virtudes y de los vicios: Ruindad


La Ruindad es hija muy querida de la Avaricia, la cual lleva en sus venas la sangre de su madre.

Es la Ruindad causa de muchos males: se alberga, o busca para hacer su nido, corazones bajos, no de posición, sino de sentimientos.

La Ruindad se encuentra generalmente en los ricos (aunque parece ser todo lo contrario), es más bien defecto de los ricos; pero defecto repugnante que degenera en vicio y en multitud de pecados.




No crean que sólo existe la Ruindad en materia de dinero, no: hay mil clases de Ruindad peores que esconden los corazones envidiosos y bajos, y digo bajos, porque en la nobleza de sentimientos no se esconde esta asquerosa serpiente de la Ruindad.

Esta Víbora emponzoñada se arrastra hasta en el campo espiritual, y muerde a centenares de corazones, dejándoles el veneno producido por su lanceta. Hay ruindades en el espíritu, las cuales de una manera muy ajustada y natural se adunan con la Envidia y la Soberbia. Satanás saca mucho partido de este defecto más que odioso, haciendo que las almas que lo llevan consigo oculten todo cuanto exterior y aun interiormente pudiera hacer el bien a otros. Al alma ruin, le parece mermarse en bien de otros si se comunica. Muy lejos está el Amor activo y el Celo por la gloria de Dios de las almas ruines y concentradas en el placer de sus propias virtudes y triunfos. Estas almas son la manifestación clara y patente de la Soberbia, y aun de la Avaricia. En las Comunidades hacen mucho daño por las divisiones y murmuraciones que causan. Estas almas se buscan siempre a sí mismas, e interiormente desprecian a otras tal vez mejores que ellas.

Yo no me comunico con las almas ruines. Por esto un corazón ruin jamás es grande, ni alberga los tesoros de gracias del Espíritu Santo el cual sólo se derrama en los corazones vacíos, generosos y caritativos.

El único remedio para la Ruindad es el constante desprendimiento, el absoluto desposeimiento interno y aun externo, de todo cuanto pudiera complacer, así en el orden material como en el espiritual. Mas para esto se necesita una voluntad enérgica y constante en el Dominio propio y aun en el propio Desprecio.

v. Concepción Cabrera de Armida | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com