- Del tiempo que debemos emplear en adquirir cada virtud, y de las señales de nuestro aprovechamiento. -
No se puede determinar generalmente el tiempo que debemos emplear en el ejercicio de cada virtud, porque esto depende precisamente del estado y disposición en que nos hallamos, del progreso que hacemos en la vida espiritual, y de la dirección del que nos guía y gobierna; pero de ordinario, si nos aplicamos con todo el cuidado, diligencia y solicitud que conviene, aprovecharemos mucho en pocas semanas.
Es señal indudable y cierta de nuestro aprovechamiento, cuando en la sequedad, oscuridad y angustias del alma, y en la privación de las consolaciones y gustos espirituales, continuamos constantemente los ejercicios de la perfección.
Es también señal no menos evidente, cuando la concupiscencia, vencida y sujeta a la razón, no puede impedirnos con sus contradicciones que nos ejercitemos en la virtud; porque en la medida que ella se enflaquece y debilita, se fortifican y se arraigan en el alma las virtudes. Por esta causa, cuando no se siente ya alguna contradicción o rebeldía en la parte inferior, podemos prometernos y asegurarnos que hemos adquirido el hábito de la virtud; y cuanto mayor fuere la facilidad en producir los actos, tanto más perfecto será el hábito.
Pero advierte, hija mía, que no debemos persuadirnos jamás que hemos llegado a un grado eminente de virtud, o que hemos triunfado enteramente de alguna pasión, aunque después de duros y prolijos combates no sintamos ya sus asaltos y movimientos; porque aquí también puede tener lugar la astucia del demonio, y el artificio de nuestra naturaleza, que suele disfrazarse por algún tiempo. De donde nace que muchas veces, por una soberbia oculta, tenemos por virtud lo que es verdaderamente vicio. Fuera de que, si consideramos el grado de perfección a que Dios nos llama, aunque hayamos hecho grandes progresos en la virtud, reconoceremos que todavía no hemos entrado en sus confines.
Por esto, conviene que, como nuevos guerreros, continuemos siempre los ejercicios ordinarios, como si empezáramos cada día a practicarlos, sin dejar que llegue a entibiarse el primer fervor.
Considera que es mejor y más útil aprovechar en la virtud, que examinar escrupulosamente si has aprovechado, porque Dios, que es el que solamente conoce lo íntimo de los corazones, descubre a unos este secreto, y lo oculta a otros, según los ve dispuestos a humillarse o ensoberbecerse; y por dicho medio, este Padre infinitamente bueno y sabio quita a los flacos la ocasión de su ruina, y obliga a los otros a que crezcan en las virtudes. Así, aunque un alma no vea o no conozca sus progresos en la perfección, no debe por esto dejar sus ejercicios, porque los conocerá cuando sea del gusto y beneplácito divino dárselos conocer para mayor bien suyo.
Lorenzo Scúpoli C. R. | Preparación: OratorioCarmelitano.com / OratorioCarmelitano.blogspot.com
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